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España España · santiago de compostela
Voto de berenice:
1
Drama. Cine negro Aunque el teniente Scott Burnett, del servicio de guardacostas, padece todavía pesadillas durante su convalecencia, está decidido a casarse con su novia Eve y empezar una nueva vida. Un día, se encuentra en la playa con Peggy, la mujer de un famoso pintor ciego. Scott y Peggy se enamoran, pero ella se siente culpable y no quiere abandonar a su marido. Scott, por su parte, cree que Tod finge su ceguera para retener a su esposa a su lado. (FILMAFFINITY) [+]
12 de septiembre de 2013
14 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando uno va a ver un melodrama de esos "más grandes que la vida", sabe que, si nada falla, se encontrará ante una propuesta a tumba abierta, ante un salto en paracaídas, ante los brumosos senderos que separan lo grandioso de lo ridículo. Douglas Sirk, por ejemplo, lo
solía hacer bastante bien; Max Ophüls y Hitchcock, (que también tiene melodramas), podían ser apabullantes; algunos melodramas de Wyler son paradigmáticos... El Pedro Almodóvar de "La piel que habito", por ejemplo, era uno de los que hacía más el ridículo de entre los cientos de títulos que recuerdo.
Hasta ahora. Porque, desde que vi este engendro de Renoir, ya no me cabe duda: estamos ante una de las propuestas cinematográficas más cutres, risibles, zafias, ridículas de la Historia. Y no sólo del melodrama. No, no me equivoco con el uno.Es,de verdad, tan mala, que merece la pena verse.

¿Por dónde empezamos? Podemos hacerlo con la bruma que aparece de vez en cuando. Debe de ser ella la que ha confundido a los que ven poesía en esta película. Jamás vi un tan chungo intento de tapar con la atmósfera una endeblez semejante. Así que hay bruma y lluvia como un cojo lleva muletas. Algo tapan, no obstante, porque las escenas a plena luz, (como la del ciego por el acantilado), toman por idiotas al jinete, al ciego y al espectador, de paso. Eso si las consideramos desde un punto de vista realista; si lo hacemos desde un punto de vista lírico, ay amigos, y las palomitas no nos salen por la nariz, entonces Melendi es Pedro Salinas, qué más da.
Podemos seguir por los actores: hay un Robert Ryan cuadrado, apático, hierático, estático, perfecto armario ropero que alguna vez, sin embargo, actuó muy bien en otras películas. Sus tormentos metafísicos, incluido el borreguil devaneo entre chica buena y chica fatal, son para descojonarse. La chica, sosísima Joan Bennet, es como si no existiera: la colocan aquí, allá, de vez en cuando habla, es inerte, inexpresiva, aparece, desaparece... su carga dramática es la misma de una patata, y la pobre intenta compensar levantando la ceja de vez en cuando.Y el gran Charles Bickford, con un papel que no podría levantar ni Supermán, hace lo que puede poniendo su habitual cara de predicador. Todas las pulsiones que le mueven son absurdas, las comentaría en spoiler pero es que no merece ni la pena. Prácticamente cada cosa que dice y que hace es de un ridículo tan subido que sonroja, especialmente al final. Las relaciones, diálogos, pulsiones, idas y venidas que se establecen entre este trío son de frenopático.
Sigamos, pero poco, que no merece la pena: posiblemente no haya otra película con tal cantidad de escenas de no pretendido efecto hilarante, tanto por el guión como por la puesta en escena: por supuesto, la de los acantilados. Era fácil imaginar a Pajares y a Juanito Navarro en vez de Ryan y Bickford. Insuperable en tontuna también la pelea en la barca: es estúpido que los dos vayan; es risible la Bennet alzando la mano en plan tragedia griega cuando ve que no les pilla; es estúpida la pelea en alta mar, (con ese inenarrable intento de hundir la embarcación); es demencial cómo el guionista intenta colarnos que, con estos hiperforzadísimos tours de force, estamos ante un verdadero aliento dramático. Por último, la escena final, (por abreviar), parece estar gritándonos: "¡¡adiós, tontos del culo, que se nos acaba el presupuesto!!".
La música del comunista Eisler es un pastiche acomodaticio y nunca es expresionista, ni atonal, (como sugiere otro usuario), elementos mucho más afines a su estilo que tampoco hubieran podido arreglar este desaguisado.
Me hubiera gustado tomarme con más humor esta imbecilidad, pero es que me ha pillado de sorpresa, de verdad. Quizá por el lado cómico hubiera podido alcanzar el cinco. Si este bodrio lo firma Juan López, en vez de Renoir, lo corren a gorrazos.
berenice
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