Preguntas clave antes del visionado: ¿tengo yo ganas de ver esta película? Ninguna. ¿Sé de antemano lo que me van a contar? De pe a pa, macho. ¿Me interesa lo más mínimo? Poquito, la verdad. Pues venga, a verla...

Los primeros compases me hacen temer lo peor: tío, no dejes ahí los zapatos recién arreglados de tu hermana y te des la vuelta, ¿no ves que para cuando vuelvas no estarán ahí? Nada, el nene se va a por las papas y a tomar por culo los zapatos... Y yo pensando "mal empezamos". Volvemos a lo de siempre, a lo jodidamente mal que lo pasan en otros países menos privilegiados y con mucha menos suerte (cosa muy cierta, pero cansina como ella sola). Me da a mí que les van a dar por saco a los iraníes estos y a sus pucheros, que hacer llorar siempre es muy fácil cuando tocamos según qué temas. Y esta peli va a lo que va: a que llores, cabrón. Tú aguanta y no te dejes embaucar, que no te la den con queso...

-30 minutos después-

Yo ya estaba llorando como una magdalena con cada jodido movimiento de los críos, corriendo para arriba y para abajo mientras se intercambian los zapatos. ¿Son o no son adorables? ¿Quién coño ha dicho eso? En fin, que se me antoja imposible, inhumano casi, no empatizar con las desventuras de estos dos mocosos, que sí, podrán inundárseles los ojos a una velocidad epatante pero es que la pobreza es muy jodida. Y sí, yo lo sé, y tú lo sabes, y a todos nos cansa ya la cantinela. Pero hay maneras y maneras de llevarla a la pantalla, y esta vez, sinceramente, se ha hecho de forma muy sencilla, muy honesta, muy amena, muy bonita y emotiva, miserable en el grado justo y, sobre todo, y esto es lo importante, dejando un lugar a la sonrisa y a la esperanza. Que es lo que yo en el cine quiero ver, no sé vosotros.

Así que sí, quizá todo peque de infantilismo o suavidad en el tratamiento, quizá, quizá quizá. Es que si a mí me da por ver niños mutilados me pongo un documental o me lío el turbante a la cabeza dirección el culo del mundo (a mi edad las ideas locas abundan). Pero hoy no, hoy he visto, a través de una historia sin pretensión ninguna y una cámara que huye del efectismo, cómo dos niños corrían sin descanso intercambiando sus zapatos, y cómo en sus pequeñas cabecitas rondaba cierta idea por mejorar su situación, aunque sin obcecarse lo más mínimo, nada de victimismos más que los que puedan sugerir esos acuosos ojos redondos que cuestionan sin que uno se sienta presionado. Hoy he visto, resumiendo, cómo la mierda ahoga más rápido si te quedas quieto, y he entendido, como una revelación fugaz, que en Irán también se puede sonreír. O así lo cree el director y ciertos peces de colores.

Y yo doy gracias de que así sea. Y de que se decidieran por contárnoslo.