Era extraño, casi imposible, que el cine español no se "beneficiara" de la crisis económica de 2008 del mismo modo en el que lo hizo el cine griego con su nueva ola, a la que debemos nombres como el de Yorgos Lanthimos y películas como "Pity" o "Attenberg", tan particulares. Decía que era extraño, pero resulta que sí existe un cine que hable de la situación española post-2008 y Vermut, con su "Magical Girl", parece manifestarse como un ejemplo soberbio.

Entre la perversión de la constitución y demás chascarrillos político-sociales, "Magical Girl" cuenta la historia de cómo incluso aquello que hacemos con las mejores de las intenciones puede derivar en un caos sanguinolento de torturas, disparos y chantajes. Con un sentido de la coincidencia muy personal, las historias de los protagonistas van entrelazándose y transformándose hasta desembocar en los infiernos en desarrollo por los que cada uno de los protagonistas tiene que avanzar.

La inteligencia de Vermut traspasa lo estrictamente argumental y nos plantea una estructura consciente del atractivo, lo subversivo y morboso de sus asuntos, dejándole espacio a la imaginación del espectador para que haga de las suyas y se asome a esos misteriosos pozos de miseria que se abren para deleite de los más acérrimos fans del Marqués de Sade.

Un personaje dice en un momento algo así como que España es una paradoja andante, incapaz de consolidarse en el lado racional o emocional de las cosas. "Magical Girl" es algo así, pero para bien. Ofrece un caramelo para aquellos que disfrutan más de las estructuras lógicas construidas alrededor del cine y un verdadero regalo para aquellos otros que buscan lo visceral, extraño e incomprensible. Ya al que le gusten ambas cosas se lo va a pasar estupendamente.