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España España · Palma de Mallorca
Voto de Innisfree:
9
Comedia. Drama Zack, Jack y Roberto comparten celda en una cárcel. Zack es un DJ; Jack, un chulo de poca monta y Roberto, un turista italiano. (FILMAFFINITY)
24 de julio de 2022
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Comenzar con una canción de Tom Waits, más allá de proponer un claro guiño autorreferencial a uno de los protagonistas de "Down by Law", te planta ya en un contexto específico: el de los solitarios, marginados y desplazados, ya sea por moda, rebeldía o por lógica sistemática. Los llamados "rain dogs", como diría el propio Waits, nombre con los que el compositor bautiza a aquellos que prefieren quedarse hasta altas horas de la noche en las calles oscuras y vacías, a ser posible, con un hilo musical de saxofón que Dios sabe de dónde proviene. La evocación de este tipo de música, juntamente con el jazz que va sonando a medida que la película avanza, ya coloca y localiza esta historia en unas coordenadas cercanas a las de los Kerouac o Burroughs de la efervescente escena literaria —y, por qué no, vital— estadounidense de la década de los 50. Esto demuestra que Jarmusch sabe con quién quiere codearse ya desde el comienzo de su carrera, incluso siendo esta su tercera adición a su filmografía personal.

Al componente musical, debe sumársele aquellas imágenes que van apareciendo de forma paulatina y que nos plantan en el espacio concreto en el que acontece la película. Se van sucediendo diversos retratos del extrarradio de Nueva Orleans, de aquello que queda fuera de toda urbe romantizada por el cine de cariz comercial y mediático. En este sentido, Jim Jarmusch se levanta como el "romantizador" de esos "underdogs", de aquellos que viven perdidos en los llanos solitarios, desencantados y melancólicos. De los malos amantes, los "hellraisers" y los azotados por un determinismo que los hunde en su propia miseria. Con esta película, el director se coloca en un panteón muy exclusivo de realizadores, entre los que uno puede destacar los nombres de Ming-liang, Kar-wai o Kassovitz. Poetas fílmicos del extrarradio y sus circunstancias.

En "Down by Law" se construye un mundo verosímil y orgánico, ya no solo con la presentación de unas calles que lejos quedan del glamour de las grandes metrópolis, sino también —y sobre todo— a través de sus personajes. Hay algo que se siente correcto y pertinente al ver al personaje de Tom Waits (Zack) caminar por las calles deshechas de aquellos Estados Unidos perdidos de la mano de Dios, cantando canciones inventadas y hablando solo, porque ¿qué mejor interlocutor hay en el mundo que tú mismo? Algo que igualmente sucede con ese John Lurie (Jack, en la película) desapasionado, irónico, impertinente y aparentemente desgajado de su realidad inmediata. O, incluso, con ese personaje interpretado por un Benigni en estado de gracia ("Call me Bob", se presenta), despeinado, privado de una cantidad saludable de horas de sueño y descontextualizado en un país del que apenas sabe nada, incluyendo la lengua. Todos cohabitan un contexto que les es propio y ajeno, a la vez. Esa es la carga de quienes viven en los márgenes.

La existencia marginal de los personajes se ve interrumpida por la intervención de diversas iteraciones de representaciones del diablo, podríamos decir, que ponen en entredicho su vida en estas realidades particulares a partir de motivaciones varias, ya sean en nombre de la ley o del interés propio. Esto nos lleva al encuentro: Zack, Jack y Bob se ven confinados en la misma celda de prisión, viéndose forzados a coexistir en sus escasos metros cuadrados, planteando un escenario perfecto para que la poética personal de Jarmusch cobre vida a través de las palabras de estos pordioseros.

Las divagaciones de los personajes nos llevan al planteamiento de la cuestión que, probablemente, atraviesa toda la película como arteria principal: ¿qué es un espacio? Pregunta estúpida desde el punto de vista de la lógica más aséptica, pero que desde una perspectiva exclusivamente geocultural sugiere interrogantes que buscan averiguar el sentido de las fronteras y de la ontología del sujeto en un ambiente determinado. La prisión, como centro físico absoluto en el que una parte de la película tiene lugar, enfatiza este tipo de relaciones, en tanto que pone de manifiesto una diferencia crucial entre la calidad de aquellos que existen dentro y aquellos que lo hacen fuera.

Pero, en ocasiones, estas cuestiones cualitativas, transformadas irremediablemente en barreras, acogen una sintomatología abstracta o psicológica, que va desde la conciencia individual hasta la colectiva, desde lo particular hasta lo universal. Ya sea la distancia existente entre los personajes y el mundo que los rodea o el distanciamiento lingüístico entre los registros de los personajes, la película, incluso teniendo en cuenta la soledad existencial que caracteriza a sus protagonistas, se construye en base a cómo uno se relaciona con el otro, sea este una entidad particular o colectiva, en cómo transgrede las fronteras para luego volverse a limitarse dentro de su extensión. De ahí que ver cómo estos tres personajes —en especial, Jack y Zack— interactúan entre ellos sea algo tan interesante y entretenido, porque a pesar de unas circunstancias que llaman al hermanamiento y a la cooperación, están tan acostumbrados a su propio monólogo interno y a su manera de hacer las cosas, que prácticamente de forma irreparable sus perspectivas sobre lo que hay que hacer o no y cómo debe hacerse van a chocar y suponer un espacio cargado de conflicto. Porque marginados y pordioseros hay muchos, pero cada uno lo es a su manera.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Innisfree
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