Será difícil que una película como esta se vuelva a repetir. Se trata de una explosión visual tan impresionante, una elección de colores tan llamativa y una tan fotografía inolvidable que dudo que haya otro director de cine que trate de hacer algo parecido. Es del tipo de largometrajes que catalogan a su director de loco o de genio (por el resultado final me inclino más por el segundo).

Cuando se visualiza te llevas la impresión del gran trabajo que hay detrás de la cámara, de la artesanía de cada toma y de la poderosa imaginación y poder de abstracción de sus creadores. Tantos paisajes diferentes en sólo dos horas parece increíble, el vestuario fantástico.

La narrativa es notable, aunque no perfecta, creo que podía haber dado para más, cae a veces en un infantilismo y es algo evidente otras; esto hace que el mensaje, la moraleja no quede claro (esperaré a un segundo visionado), crítica a la esclavitud, al egocentrismo, el caciquismo, la xenofobia, el amor verdadero, no lo se. Por esto el guión me parece brillante; pero podría estar mejor, quizás con un montaje del director posterior se podría arreglar.

Con esto no quiero decir que la película no funcione, para nada, me parece una bellísima historia contada de una manera original y sobre todo muy visual y colorista, siendo este su punto fuerte. Recuerda a otro film de hace unos años: La Princesa Prometida, narración, personajes fantásticos aunque la que nos ocupa encierra una historia más triste y profunda.

En cuanto a las actuaciones destaca la niña, Alexandria, sobremanera, el resto aceptable incluso notable; pero la niña está de sobresaliente. He de reconocer que me ha emocionado su papel.