Nosferatu, el vampiro. Un monstruo rudimentario en los albores del cine. Sin adornos ni glamur. Simplemente horrendo, con una imagen patética que hoy en día hasta uno llega a sentir conmiseración de ese ser de ultratumba. En realidad este vampiro precursor del cine luce enfermo. Un no muerto que realmente reflejaba el alejamiento del ser humano de toda luz, aunque irónicamente, la sombra de este vampiro resalte en el cine mudo, gracias a la imaginación de Murnau.
Un conde Drácula reducido a zombi. Un espectro que la viuda de Bram quiso sepultar, pero que la magia del cine no permitió.
Porque a pesar de que el conde Orlok era calvo, deforme y solitario de piel decolorada, orejas de murciélago, columna retorcida, garras largas y ojos saltones. Los amante del terror, jamás olvidarían la sombra sigilosa de éste vampiro marginal.