Hay una especie de subgénero que son los melodramas gays de bajo presupuesto, algunos muy rústicos, y super precarios en todos los sentidos, tanto en la dirección, como en la narrativa, y otros que se elevan un poco más, dependiendo de la experiencia y el talento de su director.
En este caso es una película más lograda que la anterior de David Lewis, el tipo repite tópicos y espacios, un ambiente campirano, muy bello, conflictos familiares con una historia gay en general idealizada y cursi.
Acá un muchacho va a visitar a su hermano que tiene cáncer, después de años de no verlo ni a él, ni a su madre, y se desatan los reproches entre ellos, eso es lo mejor que tiene, las peleas y reproches mutuos que llevan acumulados todos, las frustraciones, amarguras, el destrato, la carencia afectiva, etc, si se hubiera centrado más en eso, y en la reflexión que hacen los propios personajes sobre sus vidas, donde reconocen sus fallas, hubiera sido una buena película, dentro de sus limitaciones, pero prefieren meter de paso la historia gay que le agrega poco y nada, es lo más mediocre de la propuesta y por desgracia los 2 actores que interpretan a los gays están muy por debajo de los que interpretan a la madre y al hermano, sobre todo el muchacho evangelista lo único que sabe es poner caritas y recitar sus diálogos.
El final es repentino, como si todo se solucionará chasqueando los dedos, no sé si se quedaron sin presupuesto y tuvieron que eliminar escenas del guión o qué, porque además es muy corta, apenas dura 1 hora, pero se siente cortada.