Hitchcock agarró elementos de Los 39 escalones, Sabotaje y Juventud e Inocencia y los condensó en una misma historia, digamos que hizo un reboot de tres de sus películas británicas pero con un espíritu profundamente norteamericano según la imagen que Estados Unido quería dar de sí mismo, como el faro y protector de la libertad en el mundo.
Otra vez el falso culpable, otra vez los agentes desestabilizadores, las persecuciones, pero con un toque más amable, los buenos con los que se cruza el protagonista son casi unos santos, todos nobles y los malos son siniestros.
Es muy entretenida aunque pasada la mitad decae el ritmo, en cierto momento se pone solemne y la verdad que en ningún tipo de película me gusta cuando se ponen a bajar línea por más que pueda estar completamente de acuerdo con los argumentos pero me parece innecesario, pretencioso e impostado, ni hablar en una película de género como ésta, venían de una escena que era puro efectismo hitchcokiano y pasa a una larga y discursiva, igual de irrealista pero a diferencia de la otra que funciona, estas son fallidas.
Las referencias más obvias a la guerra también se sienten pesadas.
Compensa mucho el último tramo, entretenidísimo y otra vez Hitchcock haciendo alarde de su ingenio para las escenas vertiginosas.
Lo mejor: Robert Cummings, se aguanta muy bien el protagónico, le queda como mandado a hacer el papel del chico de al lado.
Priscilla Lane también hace un buen trabajo y logra tener química con Cummigs.
Si bien es ser redundante volver a elogiar la maestría de Hitchcock.
Lo peor: la solemnidad, lo discursiva que resulta a ratos, los villanos por momentos son unas lumbreras y por otros muy estúpidos.