En la época victoriana, muchos creían que la frigidez, era un síntoma de locura, de hecho el trastorno más común entre las mujeres de la época, era esa supuesta frigidez, que luego se terminó desmostando que la frigidez que sufrían era a causa de la represión sexual a las que eran sometidas.
Acá Polanski, rescata a medias esa idea, y nos va narrando, como Carol, una chica anodina, que solo destaca por su gran belleza, pasa de su frigidez y rechazo pasivo-agresivo a los hombres, a transformarse en una psicópata.
La historia tiene bastantes parecidos con El Inquilino, tanto en su ritmo soporífero, ambas son películas lentísimas, que extienden una anécdota que podrían fácilmente haber contado en la mitad de tiempo, con protagonistas que generan más rechazo que otra cosa, y que terminan siendo victimas de sus paranoias.
La película estéticamente es irreprochable, tiene escenas que para el año en que fue filmada, deben haber sido muy llamativas, además de la forma de filmar ese Londres de mediados de los 60, mostrándonos por un lado imágenes casi documentales, y por el otro la forma aislada y perturbada en que anda la protagonista.