Lang haciendo su magia una vez más, ya para estas alturas era uno de los maestros de los melodramas criminales.
Funciona todo perfecto, es una trama de relojería, incluso las cosas más insulsas y algún que otro personaje que parece de relleno sirve en un punto clave de la historia.
Lo peor: no hay nada que me haya molestado, quizás por ponerme exquisito los faltos exteriores de la casa.
Quizás no quedó muy claro el por qué John siempre elegía salvar a su hermano, cuando en realidad sin darse cuenta al facilitarle las cosas lo estaba incentivando su peor lado.
Lo mejor: agarra uno de los clichés máximos de la historia, desde Caín y Abel, el hermano bueno y el malo, y como no podía faltar, se disputan a una mujer, el clásico culebrón. La cuestión es qué hace con eso y que funciona, la descripción y atmosfera que logra transmitir, la vida en un pequeño pueblo inglés a principios del siglo pasado. Como todos se conocen para bien y para mal.
La combinación de costumbrismo, melodrama y policial, lo bien que se combinan, algo que parece sencillo pero que pocos logran.
El amor entre John y Marjorie, como ninguno de los dos se atreve a confesárselo al otro, pero que queda implícito, la ternura y complicidad que hay entre ellos.
También lo oscuro, cínico y vacío que es Stephen.