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España España · Barcelona
Voto de Pablo:
9
Drama Richard Forst, un hombre de negocios de mediana edad y casado, tiene una aventura con una joven e inmediatamente le pide el divorcio a su mujer, a la que abandona para irse a vivir con su amante. Mientras tanto, su mujer conoce a un tipo en un bar y pasa la noche con él. A la mañana siguiente, Richard vuelve a su casa. (FILMAFFINITY)
8 de abril de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Richard (John Marley) y Maria (Lynn Carlin) son un matrimonio típico. Richard es un directivo de una empresa o algo por el estilo y Maria..., Maria es simplemente Maria, su esposa. Es un matrimonio ordinario, average, como dicen en América. El aburrimiento inunda sus vidas. Después de un extraño encuentro con una prostituta y un amigo suyo, Richard vuelve a casa para anunciarle a su mujer que quiere el divorcio. Grabado en seis meses en casa del propio Cassavetes, utilizando dinero de su bolsillo y unos cuantos amigos como equipo técnico, Faces nos muestra la desintegración de un matrimonio, bajo un crudo y granulado microscopio de 16mm, en esta cuarta película del director americano.

Escenas que se estiran hasta la infinitud y charlas irrelevantes, Cassavetes expone un retrato propio de un matrimonio americano cotidiano, de mediana edad y clase media. Citando una frase de Roger Ebert: “They don’t do anything, or make anything, or create anything. They use.” Los personajes desprenden una falta de amor y de realización personal. Son víctimas de un sistema que no da soluciones para aquello que no se puede comprar. Dirigen esta frustración a través del alcohol y el adulterio, buscando una vía de escape. En la noche en la que ocurre toda la acción, Richard se va en búsqueda de la prostituta mientras que Maria sale con sus amigas a un club donde conocerán a un gigoló.

Intensos e incomodos larguísimos planos en cámara en mano, en los que los personajes hablan y hablan y hablan. No callan. Pero, ¿qué dicen realmente? ¿Dicen algo importante? A quien le importa… Ellos mismos son conscientes. La incomunicación está presente en todo momento. Son diálogos sin salida que desembocan en íntimos silencios en los que los personajes se desnudan y se muestran sin malicia. Muestran su honestidad, su soledad, eso que intentan acallar a base de compras y actos superfluos. Ninguno de los personajes dice lo que siente. Se ocultan bajo unas máscaras, unos rostros falsos. Hacía el final del encuentro entre María y Chet (el gigoló), este último dice: “Nobody cares. Nobody has the time... to be vulnerable to each other. So... we just go on. I mean, right away our armor comes out like a shield and goes around us…and, uh, we become like mechanical men.”

Cassavetes firma una película liberadora, espontanea, impulsiva, física y tierna. Con un enorme peso sobre la actuación, en ocasiones íntima y en ocasiones frenética, que acaba explotando en repentinos cambios de humor. Trazando un cuadro emocional y un reflejo de una sociedad que no deja espacio para emociones; la estupidez de la vida.

Acabaré citando una frase de Cassavetes: “Our film are not necessarily photography, it’s feeling, (…) And if we can capture a feeling of a people, of a way of life, then we’ve made a good picture. That’s all we wanna do. We wanna capture a feeling.”
Pablo
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