Bergman hace cine social para dejarnos vivir una vida cualquiera en una road movie atípica, acerca al prójimo y a su familia, consigue de un personaje vacío y oscuro un retrato agradable, es un viejo pedante que se va a jubilar y tiene pesadillas sobre la soledad y relojes sin manecillas, pero de ese estado confuso sabe contar el principio del final con sinceridad, la desconsideración y el egoísmo, sus modales caen en la franqueza de sus recuerdos, la casa de verano y el sitio de las fresas, la nostalgia consigue la memoria le eclipse y permite al espectador viajar en el tiempo para juzgar la vida del protagonista.

El resto de los personajes permite comparar generaciones, los kilómetros se van llenando de temas como la educación, la ingenuidad comparada con la experiencia, el matrimonio o las lágrimas de una mujer, tiene sarcasmo a la vez que golpea una vida asustado, es un extraño recorrido que va analizando todo con una profesionalidad de un poeta, su profesión y cosas que no se pagan con gasolina, la casa de verano y el sitio de las fresas, se trata de un film que recoge los frutos de una vida, la ocurrencia de recorrer una vida que condena a la soledad.


Se puede decir que es un culto a la vejez, el conocimiento y el desconocimiento, el médico y la persona, la desgracia y la superación de exámenes, decirse a sí mismo ya estar muerto, la compasión y otros temas como traer un hijo a un mundo en el que no creemos, "Fresas salvajes" expresa lo que necesitamos para vivir y para morir a través de conversaciones, poesías y miedos irracionales, la humanidad se presenta como fría y horripilante, distanciada de los seres más queridos, petrificados ante sus propios fracasos, era necesario que lo escribiera, existía una causa suprema, siempre que se esté triste, uno puede recurrir a los recuerdos de la niñez.