Un punto de vista diferente de los agentes del gobierno por estar en tiempos de paz y rodearlo de un romance, por colocar a los rusos en medio de la moda y la buena vida de París, una misión oficial, adornada de humildad y humor, para vender una joya de 14 piezas que genera movimiento en todo tipo de personajes hasta el pleito entre naciones, el prestigio y el ridículo de una transacción divertida que amenaza con acabar en Siberia, plenos poderes para una mujer muy profesional que mira por su pueblo, "Ninotchka" consigue avergonzar a ambos lados con mucha eficiencia al jugar con la moral de forma crítica.

Imprimirle a tal personaje la capacidad para sentirse maravillada genera un impulso de alivio en el espectador que disfruta con la coincidencia y juega a lo bueno y lo malo, al calor y el frío, un negocio que se interpone sobe lo que de verdad vale la pena en la vida, consigue reír y con ello modular a una protagonista que comienza a entender porqué las golondrinas parten en invierno, el aire fresco es lo que destaca de la película, en su contra entra en terreno de la parcialidad tanto a nivel social como político, al final resulta un romance de esos del encanto de París y sus gentes.

Sin embargo siento conformidad sólo con la luminosidad y la satisfacción de su desarrollo, la envidia generada en la duquesa y demás situaciones que hacen que no se olvide el contexto, y sobre todo porque sabe ir jugando con estados de ánimo en un cuento sin fin, delicioso y ocurrente, una maravilla para agradar y sentirse feliz, y ese dilema sobre respetar los ideales del comunismo y la patria o de olvidarse del mundo, juega con la vergüenza y el escándalo hasta hacer sonreír al propio Lenin, un descuido que cae en el bochorno, renunciar al amor, ser franca, parece infantil, pero no titubea en encerrarla en el chantaje y la nostalgia, en su rutinario oficio y en los recuerdos de libertad, tanto tira y afloja agota, pero busca ese sentimiento de que las golondrinas regresan en primavera, si no lo dejan entrar, te hará salir.