Un hombre queda viudo, con la característica especial de que sólo el espectador sabe que se encuentra terminal, con lo que decide emprender un viaje a Japón, lugar con el que siempre soñó su esposa, para enseñárselo a su alma eterna... una cinta que es muy original pero demasiado lenta, es muy complicada de ver sin suspirar o mirar a las moscas, nunca llega a sorprender y sólo cautiva mínimamente en ese final simbólico con el monte Fuji despejado, con una bellísima fotografía pero que puede llegar a provocar náuseas por reiteración.

La vida es la suma de penas y alegrias, en la primera parte de la película hay todo un retrato acerca de la familia, el tiempo que transcurre sin que se vean separa los lazos mas fuertes... un tema poco novedoso, rodado a empujones y con poco sentido; mientras que en la segunda parte hay un hombre solitario en un pais nuevo y muy diferente, donde la película toma por fin un poco de aire y se hace mas llevadera, para algunos se trata de rendir honor a su esposa y cumplir sus sueños y para otros se trata de un señor mayor que no consigue superar la pérdida y necesita terapia, lo cierto es que parece un poco de cada y en la película el potagonista es capaz de hacer el ridículo a través de la danza para conseguir aproximarse al espíritu de su esposa... un par de detalles acerca de la vida en Japón y de la cultura de sus habitantes y poco mas, queda una sensación de vacío sólo contrarrestada por la majestuosidad del Fuji reflejado en el lago, esa fotografía si que no cansa.