Una de esas películas coproducidas por el pequeño Rey Midas francés, Luc Besson, con, esta vez, los Estados Unidos.
La acción más desenfrenada está garantizada. Peleas a base de kárate, kung fu y otras artes marciales, a manos de un hombre agilísimo, contra los malos, que en esta ocasión, son malísimos.
Comienza bien, con una primera media hora estimable en cuanto a puesta en escena, comprobándose que se ha cuidado bastante la dirección artística y la iluminación, cosa imrescindible en el cine.
Sin embargo, a medida que la historia transcurre, las inverosimilitudes y el muy poco rigor, se adueñan de la función, hasta dejarla en un producto adocenado, que no aburre, pero que malogra parte de lo que podría haber llegado a ser: una estimable película de acción
.De todas formas hay alguna buena escena, como la pelea (exageradísima) entre el protagonista y la legión de estudiantes de artes marciales.
Por lo demás, no mucho. Se pasa el ratillo y ya está.

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