"El tiempo es la única riqueza que no se puede guardar"

Gran frase, sencilla y verdadera, que dice en un momento dado el personaje de Jorge Llopis (bonito personaje por cierto, en la sombra, sin gran presencia física pero estando al quite de todo lo que ve y oye e intentando echar una mano a quien lo necesite).
Y hay alguna perla más en la boca de dicho personaje, como:

"- Hoy en día los jóvenes van embalados.
- Es la marca que dejan los coches antes de darse el tortazo".

Y es que la cinta tiene algunos felices diálogos, no en vano el guión está escrito nada menos que a doce manos, entre los que destacan Julio Coll y Rafael J. Silva. Al estar este último la moralina está servida, pero eso no empaña una película agradable, muy entretenida y con mucha presencia de estimables intérpretes, tanto jóvenes como ya algo talluditos. Algunos de los jóvenes siguieron más tarde carreras exitosas, como Carlos Larrañaga, Pedro Osinaga y/o Simón Andreu, este con el papel más soso de todos.Un toque de atención a la disoluta y egoísta vida diaria de un grupo de jóvenes bien, que no buscan más que la diversión inmediata, casi sin reparar en las consecuencias. Su relación con sus padres es más bien de desidia, no buscando en ellos más que dinero para correrse juergas.
Menos mal que cada cual tendrá lo que se merece y se verá el verdadero color de su corazón (¡vaya frasecita me he marcado...!).
Lo cierto es que tiene elegancia en la puesta de escena, con excelente dirección artística (lo que antes se llamaban decorados), a cargo de Antonio Simont, que ganó por este trabajo los prestigiosos premios a la mejor decoración, otorgados por el Sindicato Nacional del Espectáculo y del Círculo de Escritores cinematográficos españoles, en el año 1961.
Muy bonitas todas las actrices, con especial mención para mi de María Mahor, de quien estaba enamorado platónicamente siendo niño...

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