Comentaba en una entrevista Mónica Bellucci que para ella su cuerpo era muy importante y que usaba de él absolutamente todo, al mismo tiempo que afirmaba que no había nada más bello y natural que mostrar tu cuerpo. Desde luego, no hace falta que la italiana lo jure, se ve de sobra que no tiene ningún pudor a la hora de desnudarse en pantalla y es que sólo habían pasado 5 meses desde que la actriz diera a luz a su segunda hija cuando se metió de lleno en el rodaje de esta película que nos ocupa. De la película en sí, decir que no me atrevería a recomendarla, aunque ya se sabe que el libro de los gustos está en blanco. La frase que da título a mi crítica y que es pronunciada contínuamente por uno de los personajes secundarios es la que podría resumir el argumento de este film. Todo, absolutamente todo, gira en torno a la belleza física de la Bellucci, amor platónico de mi buen amigo Eduardo y, por lo que veo, de la gran mayoría de usuarios masculinos de esta página. Aparte de ello, la película de Bertrand Blier no tiene interés ninguno. La Bellucci está bellísima pero como actriz es muy mala y ese contínuo aire de mujer divina al estilo Angelina Jolie acaba saturando al más incondicional. Su compañero, un desconocido para mí Bernard Campan, no está mal, representando al típico francés aburrido. Lo mejor de todo, tal como afirmaban por aquí, son las participaciones de Jean-Pierre Darroussin y de Farida Rahouadj. La joven Sara Forestier cumple en su pequeño papel y el veterano Gerard Depardieu aparece por allí en uno de sus papeles menores con diferencia. En definitiva, película floja sólo destinada a los fanáticos de la actriz italiana.