El británico Mike Leigh me ha sorprendido enormemente y gratamente, todo hay que decirlo, con esta película, todo un canto al optimismo y a la alegria de vivir representada en su protagonista principal, una encantadora y desconocida para mí Sally Hawkins que se carga en su delgada espalda prácticamente todo el peso de la película y que nos regala una magnífica actuación. Acostumbrada a los dramones que Leigh nos había traído hasta la fecha, como "Secretos y mentiras", se agradece el cambio de registro de este veterano director. A mí la película me ha encantado, envidio al personaje de Poopy, su sinceridad, su poca o nula maldad, su alegría ante cada acontecimiento de su vida rutinaria, feliz con su trabajo y con su existencia en general, me ha hecho querer ser incluso mejor persona, una servidora que se agobia por la más mínima contrariedad y que no tiene paciencia para nada. Sally Hawkins tiene desde ya en mí a una seguidora ávida de ver sus anteriores trabajos. Junto a ella destaca y mucho Eddie Marsan, con un personaje totalmente opuesto al de la londinense, un instructor de autoescuela amargado y frustrado con el que es quizás más fácil identificarse. Alexis Zegerman como la mejor amiga de la protagonista y el guapo Samuel Roaskin como el interés amoroso de Poppy también están correctos. Atención a la escena de la clase de flamenco porque es realmente divertida.