Esta película sirve (creo) para callar la boca de los amargados. ¿Dónde está esa gente que habla siempre de “película de PROPAGANDA yanqui”? Ésta también puede serlo teniendo en cuenta que cuando toca defender al emigrante, en este caso al emigrante nipón, se defiende sin tapujos. Los auténticos paletos provienen de donde no hay libertad, que emigran para chupar del bote y encima tienen el valor de mofarse de un tercer pueblo; y una cosa es el Estado y otra el pueblo. ¿Por qué esos críticos no se mofarán de los demás en su querido país, ese que tantas posibilidades ofrece?.

Aquí, en esta conspiración, hay un bocazas, Ernest Borgnine, y no lo he visto nunca tan odioso como en esta película, ni siquiera en la de El emperador del Norte. Acaba con el límite de las paciencias de todo el mundo. Paciencia también tienen los que escuchan y callan por prudencia, como Spencer Tracy, en un papel de personaje íntegro, y algunos no lo fueron porque los japoneses atacaron a traición (al fin y al cabo siempre se ataca así) y están resentidos con todos ellos.

Pero al final, un pueblo, aunque sea uno pequeño y del desierto, lo forman muchas ideas y no sólo las de los bocazas, porque Joe Komaco, también existe, y suma. Hay pueblos que controlan a la plebe con ideas fijas, viejas e intransigentes, y con guardia pretoriana de verde oliva; allí triunfarán los críticos porque allí sí que hacen películas de propaganda. Esta es una película emocionante que desde el inicio crea tensión y sabe mantenerla.