Convencional pero apropiado argumento para un Jean Claude convincente, dentro de lo que es su trabajo. Podría ser que se eche de menos algo de cariño, lo que hubiera sido perfecto para los fans de Jean Claude, pero es lo que hay. No obstante empieza bien el tema, con un cambio de tercio obligado en el que Jean Claude, en un bar, nos dice de su personalidad trayendo su mascota, y pide una coca cola ante una parroquia plagada de hombres burro.

Las peleas son buenas, con otro buen profesional de contrincante como Scott Adkins, y el ritmo es aceptable. Encima entramos en una comisaría fronteriza en la que quien da las órdenes es una capitana, una capitana al frente de policías bien curtidos, una mujer enérgica y atractiva que se gana nuestro aplauso. Ahí está tomando chupitos de whisky mientras nuestro poli venido de Nueva Orleans sigue con sus coca colas y su conejo.

Jean Claude está convincente cuando llega su momento dramático, cumple su contrato y el papel que esperan sus fans. La gente tiene que saber que estos fans que disfrutan con historias violentas de drogas y policías contra el crimen, aprecian detalles como que el poli beba coca cola y cuide su mascota, pero lo más importante es que también desean que el protagonista no sea como una piedra insensible, si no que tenga su punto romántico para que se identifique ya del todo con el espectador.