Quién fuera Rock Hudson en sus buenos tiempos. Y tuviera a su lado a la Gina Lollobrigida más esplendorosa que nunca. Quién estuviera en esa Italia floreciente y supiera hablar italiano. Y se liara con buena gente y muchachos alegres. Quién tuviera una mansión en Italia.
Es un mundo de ricos al alcance de nadie, porque la historia es exclusiva, no le pasa nada más que Rock Hudson lo que le pasa cuando llega septiembre. Y todo tiene un encanto peculiar si se mira con las mejores intenciones, tal y como está hecha la película.
Y tiene guasa el cachondeo que se trae el mayordomo del hotelito y su boyante negocio. Importante papelón el que realiza Rock Hudson que demuestra, una vez más, ser un genio para el humor con sus expresiones. Él mismo es un espectáculo, él es la pieza clave en cualquiera de sus comedias de enredo.
Tampoco es una película fallida en ningún caso, solo que hay que admitirla. El tema moral sobre las relaciones, si es que lo hay o alguien se da por aludido, es inocuo, no tiene vuelta de hoja. Pero claro, es que aquí prevalecen las buenas intenciones y todo el mundo es guapo, los feos no tienen cabida.
El argumento no tiene dobleces ni malas intenciones. La película es amena, con multitud de escenarios en la época de las vespas, las VW retro y los carabinieri torpones típicos de esas italianadas del Sordi y compañía. Una película aconsejable para paladares clásicos y gente de buen humor.
Y el que sea feo, que haga los recados de noche.