Te hueles que indagando sobre alguna conspiración de las gordas, dos colegas están llegando demasiado lejos. El caso es que no aciertas a comprender cómo van atando cabos, cómo van cocinando la trama. Hay muchos nombres, muchas llamadas telefónicas, muchas visitas, citas y muchos mensajes misteriosos, pero aún así, sigues pegado a la pantalla sin poder dejar de prestar atención.

Es extraño que siendo una película tan americana en la producción, además de los temas de legislación, política, costumbres, etc, logres implicarte de tal forma. Comprendes el valor de la profesionalidad, en este caso el periodismo, sin ambages ni ideologías baratas, y esto es gracias a que en un país libre, ciudadanos anónimos trabajando sin cesar, sin armas, sin violencia, sin discursos, con el poder de la palabra y la información, pueden llegar a derrocar a un gobierno.

¡Y quiénes mejor para representar a estos periodistas que una pareja emblemática: Roberd Redford y Dustin Hoffman en unos papelones para la posteridad! Hábilmente dirigidos sin dejar nada al azar, con un equipo técnico reconocido, enlazando las secuencias con el ritmo adecuado a los avances de la intriga periodística y la participación clave de unos personajes alrededor añadiendo ambiente, misterio, angustia e interés. Dos actuaciones sin bofetadas, sin tiros, yendo y viniendo, con un magnetismo épico, que te sumergen en unos asuntos turbios, enigmáticos, en los que no dejas de pensar que algo gordo va a ocurrir... Ya.