Siguiendo la pista de Sherlock Holmes nos llegamos hasta 1993. Su fiel amigo Watson quedará siempre en su memoria que es mejor que en su corazón, y su archienemigo James Moriarty también se quedó en el camino, pero la saga del crimen no ha acabado y en 1993 campea a sus anchas por San Francisco el sobrino-nieto de Moriarty. Sherlock Holmes ha hibernado durante 90 años pero nada más despertar ya sabe que su primera misión será dar caza al último de los Moriarty.

Holmes tendrá que poner al día su ciencia deductiva, los avances tecnológicos le despistan pero la capacidad de observación sigue siendo supersónica. Anthony Higgins hace reconocible al personaje para el espectador, engreído y casi misógino (el último descendiente de James Moriarty creía que Holmes era gay), y su relación con Debrah Farentino funciona, crean una pareja encantadora y la acción es divertida. La cita de Sherlock Holmes sobre la belleza de la rosa y que su creación invita a pensar en lo divino, es auténtica en la obra de Conan Doyle. Una película amable, entretenida, con toda la pinta de episodio piloto televisivo. Lejos de una base lógica desde el primer momento, el caso es que luego ya te parece bien.