Bueno, lo de este tío es penoso. Ya se sabe que su paranoia le llevó a declarar que era policía, que había sido policía durante 20 años resultando que no constaba en ningún registro dicha afirmación. Como los críos.

Ahora se paga este bodrio de serie para salir de jefe de una comisaría llevando asuntos de peligro extremo, con un punto sádico que da risa. Este tío que retó a Jean-Claude Van Damme y tuvo que salir corriendo cuando Van Damme fue a por él, aparece en cada capítulo vestido de negro con un sobrepeso realmente alarmante, acompañado de una serie de policías jóvenes (sus chicos) sin ningún tipo de registro, sin personalidad alguna. Personajes huecos total sin cariz alguno, que en realidad no pintan nada.
Los guiones son pobres a más no poder y el tipo de casos son los que CSI resolvería en dos minutos. Justicia Extrema requiere un poco de tiempo más, lógicamente, para que Seagal pueda levantarse de la silla, vaya a mear y luego se luzca un poco hablando seriamente de las cosas importantes que tiene que hacer.

Lo más pintoresco de este Seagal policía es el peinado, un peinado negro, sólido, que parece el casco de Magneto pavoneado con el spray de las escopetas. Su rostro se ha deformado y ha adquirido rasgos tahitianos, para remate a veces se pone unas gafas de sol que parece que le han dado de sí.

La utilización de secuencias rápidas e imágenes ralentizadas en la acción predispone al dinamismo, pero son tan malas, tan estúpidas, que carecen de progreso alguno. Seagal ha desarrollado una técnica de lucha moviendo los brazos en un lío, como si espantara moscas, que le es suficiente para hacer frente a cualquiera, ahora bien, cuando va a dar una patada ya sólo puede darlas en la espinilla del contrario porque más arriba no puede subir la pierna.
Penosa e inútil serie de un hombre que ha querido pertenecer a un gremio al que no llega ni llegará jamás.