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Voto de Antonio Morales:
8
Thriller. Drama Sam Bowden, un respetable abogado de una pequeña ciudad, ve cómo su tranquila vida se convierte en una pesadilla cuando Max Cady, un criminal que pasó ocho años en la cárcel por su culpa, no deja de acechar a su mujer y a su hija adolescente. La ayuda que le ofrece el jefe de la policía local resulta inútil, y él, legalmente, no puede hacer nada para alejar a Cady de su familia. (FILMAFFINITY)
27 de noviembre de 2014
29 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los refranes son sencillas pero sabias citas que emanan de la cultura y vivencias populares, a las que solemos recurrir como clara evidencia de una sabiduría ancestral y anónima pero que refleja situaciones recurrentes plenas de razón, para expresar un pensamiento moral, un consejo o una enseñanza. Por ejemplo: “Otro vendrá que a mi bueno me hará”, es una cita que le viene que ni pintado al film en cuestión. Y es que tuvo que hacerse el remake por parte de Scorsese, en mi opinión, amanerado y apoyado en la desmesura, totalmente inferior al original, para que la crítica en general y los aficionados descubriéramos ésta pequeña joya. A veces una obra o un artista surgen a destiempo y han de guardar el momento oportuno para ser reevaluados en su justa medida.

Un sombrero “panamá”, una sonrisa irónica y grosera, unos andares chulescos, unos diálogos cínicos, las miradas libidinosas y un puro humeante, son los principales elementos con que J. Lee. Thomson consiguió convertir al desgarbado y lacónico Robert Mitchum en una amenaza latente para una apacible familia americana. El cineasta intentó con gran acierto, en mi opinión, aquella vieja teoría de Hitchcock: de que cuanto más conseguida estuviera la figura del malvado, tanto más conseguida estaría también la película. La excelente fotografía contrastada en blanco y negro del operador Sam Leavitt, una música inquietante del gran Bernard Hermann que subrayan el acoso y la tensión creciente, convierten al film en un thriller turbio y psicológico admirable.

La trama de “El cabo del terror” es doble, pues propone al mismo tiempo el tema de la venganza y el de la expiación, que en el film de Scorsese se reducen al segundo aspecto y a la dudosa moralidad del abogado Sam. Max Cady (un soberbio Robert Mitchum) sale de la cárcel tras ocho años de condena, donde el abogado Sam Bouden (Gregory Peck) – que es un hombre honesto a diferencia del film de Scorsese –, había testificado contra él, ya que había presenciado una brutal agresión a una mujer por parte de Cady. El ex-presidiario decide vengarse de quien considera culpable de su condena, merodeando por su casa, haciendo llamadas telefónicas y proyectando su presencia allí donde vaya el abogado con su familia. Max Cady es un individuo despiadado y abyecto, frio y calculador, ha estudiado Derecho durante su reclusión, conoce todos los recovecos de la ley, utilizándola en su provecho hasta que el acosado pierda los nervios y cometa un error...

El carácter garantista del Derecho es adecuado para regular las relaciones entre personas correctas, pero no para hacer frente a individuos de semejante ralea. Cady se aprovecha de esas garantías para cometer sus desmanes, siempre al borde de la ley. Es por lo que el comisario de policía (Martin Balsam) y amigo de Sam, no puede encarcelarlo ni alejarlo de la ciudad. El film vitupera el Derecho positivo y garantista con los sospechosos, sus formalidades lo lastran poniéndolo al servicio de los criminales, impidiendo que la justicia proteja a la sociedad. Qué duda cabe, que en el gran guión de James R. Webb, basándose en una novela de John D. MacDonald, “The executioners”, hay una vocación descriptiva de la sociedad de la época, que reflexiona sobre la ley y sus trampas, las deficiencias del sistema. La película dedica su primera parte a describir un mundo, sin una noción clara de la ley y la justicia, con ello, lo que parecía una tajante línea de separación entre el Bien y el Mal, clave del discurso de la película, se diluye. La segunda parte adquiere una atmósfera cercana al cine de terror. Pero por encima de todo hay un film de personajes, la fisicidad de un Robert Mitchum y un Gregory Peck, ambos en la cima de su popularidad.
Antonio Morales
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