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Voto de Antonio Morales:
7
Comedia Comedia rural ambientada en el siglo XV. Tras haber estado cautivo en Túnez, Bartolomé (Landa) regresa a su tierra extremeña con la ilusión de comer su manjar preferido: cerdo. En el camino se topa con un desertor (Resines) que tiene una marrana. (FILMAFFINITY)
3 de diciembre de 2016
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es la otra cara del descubrimiento de América, una recreación de la España precolombina en clave de comedia pícara, de humor corrosivo y escatológico que no desentona con el periodo. La propuesta del cineasta José Luis Cuerda me parece ingeniosa a la vez que plausible, pues denota una mirada muy distinta a la vez que muy cierta, de la vida cotidiana de entonces en aquellos convulsos años que abarca el final de la guerra contra los árabes, la expulsión de los judíos, el asentamiento de la identidad española, cruce entre las mentalidades medievales y renacentistas. El mordaz Cuerda, rehuye el carácter formal, protocolario y oficialista a nivel político de la conmemoración de aquel año 1992, así cómo el carácter aventuresco y épico de las grandes producciones de Ridley Scott y la pésima de John Glen. El cineasta escribe y dirige un argumento que se aproxima de forma indirecta, casi tangencial al “hecho histórico” recordado en su 500 aniversario.

Para ello se sirve de las andanzas de un par de pícaros, llenos de humanidad y ternura, gracias a dos actores portentosos, Alfredo Landa y Antonio Resines, en dos de los mejores papeles de sus carreras, en un claro film itinerante de experiencias y conocimiento mutuo que nos muestra la cotidianidad de aquel tiempo. Dos personajes que arrojan una interpretación diferente del mundo, con netas resonancias cervantinas. “La marrana” es un ejercicio de reconstrucción histórica, a través de dos tipos, un sabio pobretón hambriento (Landa) y un desertor huyendo de un noble feudal, que recorren la meseta, topándose con diferentes avatares y gozosas experiencias, de rufianes y trovadores, de posadas y burdeles, de monasterios y delirantes monjes, siempre escoltando a una hembra porcina que se convierte en objeto de deseo y testigo de todas las peripecias (con las connotaciones simbólicas y despectivas hacia los hebreos) y el periplo de los protagonistas.

Una excelente tragicomedia, de unos desheredados plenos de matices reconocibles, uno busca escapar del hambre y la miseria hacia Portugal, el otro ve su futuro en embarcarse junto a Colón en las carabelas hacia la aventura. Magistral ambientación donde los diálogos son siempre jocosos, poéticos y brillantes en la dicción muy similar a la literatura de entonces, las situaciones son muchas de ellas delirantes como las dos caras de la religión: el monje humilde y generoso con el caminante (Manuel Alexandre) y la interpretación del padre prior (Fernando Rey) sobre la lujuria, las mujeres, el sexo y el orgasmo. Un film satírico, divertido y entrañable sobre la otra España de los Reyes Católicos, que refleja nuestro acervo cultural más genuino, y que me parece muy recomendable.
Antonio Morales
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