Soy consciente de que después de más de un centenar de reseñas que me preceden, es difícil aportar algo nuevo y original, sin caer en los tópicos y manidos adjetivos elogiosos que de tanto aplicarlos suenan huecos y en nada benefician al film. Por lo tanto intentaré aportar argumentos sólidos y congruentes que ayuden a describir lo mejor posible a nuestro héroe de ficción que siempre ha figurado en mi lista aventurera. Indiana Jones es un personaje que forma parte de la iconografía del género de aventuras, desde que en 1981, Steven Spielberg llevó a la pantalla al intrépido arqueólogo norteamericano encarnado por un entonces, casi desconocido Harrison Ford. Una franquicia que fue evolucionando paralelamente a la carrera cinematográfica de su director. El film tiene un vigoroso sentido de la aventura, algo intrínseco en la filmografía del cineasta que siempre se ha mostrado brillante en este tipo de cine, y no tanto, cuando ha cambiado de registro, intentando ser más solemne, ceremonioso y trascendente abordando temas supuestamente “más serios”.

Su argumento forma parte de la memoria colectiva, estamos en 1936, en América del Sur, en alguna inhóspita jungla donde la figura de un hombre pasa de las sombras a luz, lleva una gastada chaqueta de cuero y un viejo sombrero, parecido al Bogart de “El tesoro de Sierra Madre” o el Charlton Heston de “El secreto de los Incas”, su rostro pétreo e impasible, mal afeitado y domina el látigo con destreza, no se nos puede presentar mejor un aventurero. La trama es un torbellino sin tregua, que sorprende constantemente al espectador con sus giros narrativos transportándonos a un mundo irreal, lugares exóticos lleno de peligros que atrapan al espectador desde el primer fotograma y no lo suelta hasta que aparecen los títulos de crédito que acompañan ese banda sonora compuesta por Williams que hemos disfrutado en los momentos de acción de un guión redondo y sin fisuras escrito por Lauren Kasdan, sobre una historia de George Lucas Y Philip Kaufman.

Su fotografía en manos del operador Douglas Slocombe, resaltando la fisicidad del paisaje es digna de elogio. Dos de los elementos esenciales del cine de aventuras son que el héroe tenga atractivo y personalidad y que ambos se proyecten sobre los escenarios en los que vive su aventura, ese atractivo está formado por conceptos del cine clásico de aventuras, tomando elementos procedentes de personajes clásicos, en realidad no es un ser humano, es un personaje mítico, su arrojo y osadía, la aureola épica, son una suma de arquetipos de lo mejor de H. Hawks, J. Tourneur o J. Huston, grandes maestros que elevaron el género a cotas legendarias. Y por supuesto en cualquier aventura, siempre es bueno aderezarla con unas cuantas gotas de humor y comedia, pues suelen generarse situaciones que lo propician por su inverosimilitud.

Como tantos héroes clásicos, Indiana Jones vive una doble vida. Una, la de aventurero, que se muestra en el prólogo del film. La otra, como profesor de arqueología, se presenta en la secuencia posterior. Jones ya no luce su atuendo de héroe: Jones da clases ahora a sus alumnos adolescentes, ante los que se comporta con timidez y discreción, viste severo traje y va bien afeitado. Pero no será preciso que le insistan demasiado para recuperar su faceta de héroe, tras encargarle su país una difícil y arriesgada misión. A partir de entonces Indiana Jones se erige en protagonista absoluto de una historia llena de acción, riesgo y aventura en busca de un tesoro, que puede cambiar el curso de nuestra civilización. A traves de diversos países y localizaciones, el film se convierte en viaje fantástico y fascinante que cuenta con unos villanos muy adecuados, los nazis y donde Indy, hallará a una bella compañera con carácter que le pondrá en serias apreturas. Una auténtica gozada de película, sin excesivas pretensiones que las de divertir, entretener y olvidarnos de nuestros problemas durante dos horas, y eso amigos, ya es mucho.