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Voto de Antonio Morales:
4
Western. Intriga Pocos años después de la Guerra de Secesión, una diligencia avanza por el invernal paisaje de Wyoming. Los pasajeros, el cazarrecompensas John Ruth (Kurt Russell) y su fugitiva Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh), intentan llegar al pueblo de Red Rock, donde Ruth entregará a Domergue a la justicia. Por el camino, se encuentran con dos desconocidos: el mayor Marquis Warren (Samuel L. Jackson), un antiguo soldado de la Unión convertido ... [+]
17 de enero de 2016
71 de 119 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabo de leer unos cuantos comentarios que me invitan a pensar, que yo he visto otra película, un alud de adjetivos elogiosos, generalmente poco reflexivos y muy pasionales de sus incondicionales, la mayoría se jactan sin demasiados argumentos, de admirar la maestría del cineasta pero no encuentro las razones, más allá de los tópicos y los eslóganes con que se le sublima y venera al autor. Y es que soy de los que piensa que Tarantino podría ser un “entertainer” o un prestidigitador, pero nunca un maestro, porque su a su cine, en mi opinión, le sobran formas y le faltan ideas. Vuelve con otro homenaje al “espagueti western” trasladado a la América profunda. Un western nevado, plomizo y truculento, de vacuo mensaje y absurda intriga. Un aquelarre sangriento con unos personajes enfáticos y que rozan la parodia, extendida y alargada a causa de una narración teatralizada hasta la exageración.

Varios cazarrecompensas, una prisionera, un presunto sheriff, un cowboy, un ex general confederado y el amigo de la dueña del local, donde todos se reúnen, dan forma a una puesta en escena de unos personajes durante el primer tramo del film, hasta que suena el primer disparo. Entonces pasamos de una mentira a otra, de una sospecha a otra y de una identidad falsa a otro, donde todo el mundo está enfrentado entre sí por reproches y causas absurdas, intereses contrapuestos y deseos infantiles, por los cuales se hipoteca la integridad y la justicia. Todo ello se podría entender como un conflicto de raza, religión y política, plagada de mentiras sobre cuyos cimientos se erigió los EEUU.

Tarantino narra todo muy explícitamente, es meticuloso en el detalle porque él no entiende de elipsis, de insertos ni de sobreentendidos, su público no se lo perdonaría, él conoce sobradamente a sus seguidores, es rehén de su público que le exige, película tras película, más de lo mismo: frases ocurrentes de un vocabulario soez, la ceremonia sangrienta, el sadismo desmedido, lo cutre y lo zafio mediante la concatenación de una serie de escenas de casquería a granel, una orgía de violencia explícita que enaltece ese clímax que el cineasta va retrasando a lo largo del metraje hasta detonarlo como una catarsis redentora.

En todo caso, no seré yo, el que pueda evitar el triunfo de Tarantino entre sus complacientes devotos, pues cumple sobradamente con lo que se espera de él, de su manera de entender el cine, que por su puesto, yo no comparto, su pretendida fuerza y “originalidad” le hacen inconfundible, puede que haya que juzgarlo más, como cineasta experimental que como cineasta narrador. Siempre lo he considerado un cineasta más de formas que de conceptos.
Antonio Morales
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