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Voto de Antonio Morales:
7
Romance. Comedia Roger Willoughby (Rock Hudson) es un simpático y eficiente vendedor de aparejos de pesca de unos grandes almacenes de San Francisco. Sus clientes le creen un auténtico experto, ya que ha escrito un manual de instrucciones sobre la pesca con caña que es de gran ayuda a los aficionados... ¡sin tener ni idea de pesca! Aunque eso nadie lo sabe. Abigail Page (Paula Prentiss), publicista de un concurso de pesca que se va a celebrar, propone ... [+]
5 de mayo de 2016
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Brillante comedia oprimida por la sombra de una precedente obra maestra como era “La fiera de mi niña”, en la que una traviesa Katherine Hepburn ponía en serios apuros al despistado Cary Grant.
Película inequívocamente hawksiana a partir, incluso, de su título “Man´s Favorite Sport?”, el cual hace una doble referencia: a la desdichada odisea que vive Roger Willoughby (Rock Hudson), experto vendedor de equipos de pesca y autor, también, de un exitoso libro sobre el tema, que se ve involucrado a su pesar en un desquiciado torneo del manejo de la caña, rodeado de fanáticos y jubilados obsesos por dicho deporte (?), y al deporte masculino de la pesca de la pieza femenina (en el que tampoco el atribulado Willoughby es un campeón: excelente idea por parte de Hawks de elegir para el papel a Rock Hudson, en un momento en que el actor se hallaba encasillado en las comedias sobre conquistas amorosas con la pizpireta Doris Day), eso confiere al film una dimensión suplementaria que el paso del tiempo ha diluido un tanto.

Esta desternillante comedia clásica se basa, como casi siempre en el cine de este personal autor, en la acumulación de situaciones, desgracias e incidentes sobre un personaje masculino, provocados por un personaje femenino especialmente capacitado para ello, que le arrolla por su vitalidad, una Abigail Page (Paula Prentiss) en plan de despistada pero atormentadora en la así llamada guerra de sexos. Una nueva variante de su aclamada “La fiera de mi niña”, en la misma linea en que Howard Hawks solía describir a las mujeres en su universo personal, convirtiendo la relación entre Hudson y Prentiss en una divertida exibición de inversión de roles. Claro está, que dicha inversión está efectuada completamente a partir de una vetusta concepción de lo que son esos roles, tanto socialmente como el marco cinematográfico de la comedia americana donde se exhiben: la mujer es la enseñante, la que salva al varón de las situaciones difíciles; Hudson es el aprendiz, el hombre que se deja salvar; el cineasta disculpa todo menos que un profesional sea un farsante como en este caso; por eso es la mujer quien lleva la iniciativa, incluso la de interpretar a la fémina débil y llorona buscando la reacción protectora del varón.

Si se quiere buscar la modernidad se encuentra, sobre todo en el fondo, en esa especie de pueblo turístico para pensionistas por donde circulan, osos inofensivos y falsos pieles rojas que venden no menos falsos trofeos de western. Es un mundo de simulacros y de sucedáneos que se añade a esta historia del hombre imagen, inepto en la vida práctica pero funcional en la estrategias publicitarias de su empresa. Todo ello contado con mucha habilidad y con un poderoso sentido del humor absurdo (mucho más controlado aquí por Hawks que en otras comedias locas), con un puñado de “gags” antológicos. Algo habitual en un cineasta capacitado como pocos para mostrar en plano fijo, sin inflexiones externas al contenido del plano, el absurdo que preside casi siempre el campo de las relaciones humanas. La música del maestro Henry Mancini y la fotografía de Russell Harlam hacen de esta comedia romántica, una obra imprescindible para los amantes del cine.
Antonio Morales
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