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Voto de Antonio Morales:
8
Drama. Bélico Berlín, abril de 1945. La guerra está sentenciada, pero en las calles de la capital del Reich todavía se libra una encarnizada batalla. Adolf Hitler (Bruno Ganz) y sus fieles se han atrincherado en un búnker. Entre ellos se encuentra Traudl Junge (Alexandra Maria Lara), la secretaria personal del Führer. En el exterior, la situación se recrudece. A pesar de que Berlín ya no puede resistir más, Hitler se niega a abandonar la ciudad y, ... [+]
3 de julio de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En términos estrictamente cinematográficos, “El hundimiento” de Oliver Hirschbiegel, no se encuentra entre las mejores que este humilde cinéfilo haya visto, su realización abunda en recursos televisivos que la hacen demasiado evidente o didáctica. No me atrevería a determinar, sin embargo, si tales defectos, que por momentos tornan la película un tanto tediosa, son atribuibles a la impericia del director o, por el contrario, a una vocación de rigor documental. Como reconstrucción de los últimos días de Hitler, la película funciona, en cambio, plenamente, hasta el extremo de que el espectador tiene la impresión de cohabitar con el protagonista en el búnker berlinés.

La interpretación de Bruno Ganz es deslumbrante, alejada de histrionismos caricaturescos, consigue captar ese vacío aniquilador que irradiaba Hitler, capaz de convertir a sus acólitos en maquinas devotas y deshumanizadas. El principal logro de “El hundimiento” quizá consista en soslayar la convencional caracterización de Hitler como fuerza demoníaca. Hitler es aquí un tipo anodino, con sus ribetes de patetismo, azotado por el “parkinson” y encogido por el peso de la derrota. Sus ocasionales golpes de furia, sus excesos de megalomanía, no hacen sino agigantar su insignificancia, su endeble condición de animal acorralado. Incluso le vemos mostrar cierta condescendencia con su secretaria, cierta cortesía con su cocinera, cierta benevolencia con su compañera Eva Braun.

Sólo su gélida impiedad, su desdeñosa indiferencia ante el sacrificio de su pueblo nos recuerdan que esa alimaña encerrada en su guarida, es el mismo hombre que ha convertido el mundo en un campo de exterminio. Quizá los pasajes más espeluznantes del film sean aquellos que muestran las adhesiones inquebrantables que aquel hombre llegó a promover entre sus compatriotas. Aunque en “El hundimiento”, Hitler aparece despojado de cualquier atisbo sugestivo, es tan solo un vacío que atrapa entre sus fauces y engulle en su vorágine cualquier vestigio de vida. En cierto modo nos enseña que fueron sus compatriotas quienes crearon la grandeza de su “Führer”.

Fueron ellos quienes lo convirtieron ilusoriamente, en el fuego que justificaba sus vidas y en cuya lumbre se abrasaron sin formular una queja. Quizá los hechos que evoca el film resulten afortunadamente irrepetibles; el afán de erigir quimeras y de inmolarse en su derrumbamiento seguirá ejerciendo sobre los hombres su atractivo por los siglos de los siglos.
Antonio Morales
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