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Voto de Antonio Morales:
9
Comedia. Bélico Convencido de que los comunistas están contaminando los Estados Unidos, un general ordena, en un acceso de locura, un ataque aéreo nuclear sorpresa contra la Unión Soviética. Su ayudante, el capitán Mandrake, trata de encontrar la fórmula para impedir el bombardeo. Por su parte, el Presidente de los EE.UU. se pone en contacto con Moscú para convencer al gobierno soviético de que el ataque no es más que un estúpido error. Mientras tanto, ... [+]
4 de septiembre de 2013
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Corría el año 1960 y los americanos espiaban suelo soviético con sus vuelos U2. Bahia de Cochinos y el muro de Berlin, un año después, solo serían el siniestro aperitivo de la famosa crisis de los misiles en Cuba de 1962, ya saben: “13 días de angustia, la destrucción total estuvo cerca”. La guerra fría tocaba fondo. El mundo también lo sentía así y estaba muy asustado. ¿De qué no sería capaz el hombre después de Hiroshima y Nagasaki? Kubrick, de escasa fe en sus semejantes y grandísimo “paranóico”, tenía la necesidad como artista de hacer algo que contribuyera a concienciar al hombre llano del peligro que acechaba a la humanidad. Y como yo siempre digo, el mejor arma de un artista es el humor corrosivo, la sátira, la ironía y el sarcasmo. Lo habían hecho antes Chaplin y Lubitsch con Hitler, ahora lo hacía Kubrick con la guerra fría.

Su inspiración inmediata tras el estreno de “Lolita”, (1962), por lo tanto, fue estudiar la situación prebélica que parecía regir los destinos de la humanidad. Entre informes militares y libros especializados, supo de los intrincados sistemas de acción y reacción que regían la maquinaria bélica, y descubrió con estupor la novela “Two hours to Doom”, cómo el destino de la humanidad podía muy bien estar en manos de un general demente obsesionado con la amenaza comunista que, desde su despacho, decidiera bombardear con cabezas nucleares al enemigo gracias a un sistema que lo permite. Acaso para aliviar sus propios temores Kubrick estaba destinado a realizar esta película.

En todo mecanismo, si hay un margen de error, por pequeño que sea, el autor de “Atraco perfecto” lo pondrá en evidencia. Siempre lo hizo. Las impecables estrategias creadas por el hombre, generalmente en un mundo que se desmorona, representan el camino hacia su perdición. Y aunque tragedia y drama son las palabras asociadas a la aniquilación del hombre, la fascinación intelectual de Kubrick por los mecanismos de destrucción masiva – el frágil equilibrio de la disuasión – le condujo pronto a un callejón sin salida.

La película había nacido con la honesta intención de agitar conciencias y despertar a la sociedad de su letargo, ante un hipotético holocausto nuclear, pero en un momento dado el castillo se desmoronó: “Me di cuenta de que la guerra nuclear era demasiado extravagante (…) – le dijo Kubrick a Terry Southern -. Al final sólo podía verla como una broma horrible”. Y en eso, en una broma macabra se convirtió la película. Southern sería el novelista que le otorgó al film su característico humor anárquico y devastador, sus cínicos diálogos, su tono esperpéntico, conduciendo a la comedia americana a tierras aún no exploradas más allá de la literatura, la prensa satírica y los teatros.

El gusto por los decorados expresionistas, apuntando a la claustrofobia, conviven en la película con unas interpretaciones caricaturescas, especialmente George C. Scott y Peter Sellers (excelentes ambos), y un desenfado mordaz que no atiende a lógicas, sólo al desenfreno y la farsa política, a un éxtasis cómico que adquiere consistencia en cada visionado. Por lo tanto invito a una revisión para conectar con su humor vitriólico, capaz de mostrarnos el fin de la humanidad mientras suena “We´ll Meet Again” de Vera Lynn.
Antonio Morales
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