La llamada “Generación de la violencia”, que alcanzó un gran peso dentro de la industria de Hollywood en la década de los cincuenta, tuvo a uno de sus representantes en la figura de Don Siegel, que había comenzado en la Warner veinte años antes como ayudante de montaje y luego montador de films de Raoul Walsh y Michael Curtiz. Más tarde, se convirtió en un interesante director en cuya filmografía abundan numerosos films en el marco de la “Serie B”, es decir, películas de bajo presupuesto, pero que dotaban de más libertad al cineasta, de lo que normalmente concedía el Estudio.

En esta ocasión rueda para la Columbia “The Lineup”, un thriller seco, áspero y conciso, sin divagaciones vacuas, contando con el protagonismo de un villano gélido y calculador encarnado por Eli Wallach. El actor, acababa de rodar “Baby Doll” para Elia Kazan, una película escandalosa para la época por la relación insinuada entre un adulto y una adolescente. Según contaba Siegel sobre su película claramente adherida al género negro, a pesar de recrear una luminosa ciudad como San Francisco, que lo que más le interesó de la trama fue la descripción de los villanos más que los detectives que siguen su pista.

Con un excelente guión de Stirling Silliphant, especialista en este tipo de argumentos y que más tarde escribió para películas catastróficas, “The Lineup” se enmarca en un tipo de thriller semi-documental, heredado del cine negro de la Fox a finales de los cuarenta. El film pone el acento en el carácter rutinario del trabajo de policía, variante temática que se prodigó en films posteriores, alcanzando su cenit en la excelente “Brigada homicida” (Madigan, 1968) del propio Siegel, un thriller de aroma clásico que presenta la pareja de polis patrullando que luego sería imitada hasta la saciedad. “Contrabando” divide la acción entre policías y delincuentes, mostrando una minuciosa descripción de la investigación, para algo más tarde presentar a los dos villanos del delito. Persiguen un alijo de heroína introducida en la ciudad del Golden Gate, valiéndose de la involuntaria ayuda de ciudadanos que hacen de correo.

Siegel presenta los hechos mediante una planificación fría, mediante abundante planos generales y medios que relacionan a los personajes con el entorno urbano, cotidiano, donde transcurre la acción. Llama la atención el curioso “modus operandi” de los matones Dancer y Julian, los excelentes Eli Walach y Robert Keith, el primero es el que mata, y le gusta hacerlo, el segundo es el que da las órdenes y se cuida de que no se exceda su compañero. La persecución automovilista ha pasado a la historia por su tensión y la magistral forma en que está filmada y montada. Un thriller muy recomendable narrado en poco más de 80 minutos, algo imposible de ver ahora, pues la mayoría de las películas se exceden en el metraje por la torpeza en el pulso narrativo.