Acabo de ver esta obra maestra y me he dado cuenta de que hacía mucho tiempo que no saboreaba una película como se tiene que saborear el cine, de forma pausada, admirando el buen hacer de todos los partícipes de este trabajo, ya sea delante o detrás de las cámaras. Es una delicia. Rara, también, pero con esencia. Es de las pocas veces que agradezco que una película sea lenta, porque no aburre, sino que quieres más, te detienes en los detalles, en las locuras y obsesiones de sus personajes, en la rareza de su guión. Al principio piensas que es una frikada en toda regla, pero luego te va cautivando por esa conexión de las típicas líneas argumentales que al final convergen. Es cine inteligente, de calidad. Carlos Vermut se perfila como firme representante del futuro del cine español.