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España España · Barcelona
Voto de JorgeRTadeo:
8
Drama Una noche de otoño del año 2003, Mark Zuckerberg (Jesse Eisenberg), alumno de Harvard y genio de la programación, se sienta delante de su ordenador y empieza a desarrollar una nueva idea: TheFacebook. Lo que comenzó en la habitación de un colegio mayor pronto se convirtió en una revolucionaria red social. Seis años y 500 millones de amigos después, Zuckerberg es el billonario más joven de la historia. Pero a este joven emprendedor el ... [+]
16 de octubre de 2010
176 de 196 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película va al ritmo del cerebro de su protagonista: Mark Zuckerberg, creador de Facebook, maestro de la informática y autista social. Es frenética, fría (no es un reproche) y aparentemente envasa al vacío las emociones de sus personajes. El brillante guión de Sorkin proporciona diálogos generosos en ironía, inteligencia y ágiles réplicas puestas en boca de un reparto perfectamente ajustado, desde el protagonista Eissenberg clavando la expresión de genio voluntariamente distraido y con un ego descomunal, a Andrew Garfield, el amigo traicionado, el daño colateral en el glorioso camino de Zuckerberg, pasando por Timberlake que clava en sus dos primeras secuencias el papel de un embaucador paranoico con indudable visión de negocio y de arrollador carisma, que se convertirá en un Fausto para nuestro brillante protagonista.

¿Qué ha de hacer Fincher para que la película funcione? El otrora chamán de las atmósferas enrarecidas y ambientes de desasosiego cuyo sombrío estilo visual sobresalía a menudo por encima de sus historias, se limita aquí (y hace bien) a trasladar un extraordinario libreto a imágenes con endiablado ritmo y una austeridad formal que sólo rompe una sorprendente banda sonora de aires electrónicos, que le va a la historia como anillo al dedo y con la escena de la regata, resuelta con un montaje esquizofrénico (tan brillante como prescindible, todo sea dicho).

'The Social Network' es una película despojada del componente emocional, o mejor dicho las emociones están supeditadas, o al menos filtradas por el componente racional, no caben aquí concesiones al melodrama, al igual que en el mundo de los negocios de altos vuelos no hay cabida para la amistad o los escrúpulos morales en la historia de Zuckerberg. Sin embargo no hace falta derretir en exceso su gélida superficie, para intuir que ésta alberga una brutal disección social de los nuevos amos del mundo, ya sea el alumnado de Harvard, o los empresarios estrella de las punto com, y su implacable amoralidad en el camino al éxito, entendido aquí como reconocimiento global y voluntad de trascender más que como autorrealización.

El bien y el mal se dirimen hoy en función de la aceptación popular de una idea y la nueva escala de valores se reduce al rango de cotización en bolsa de una compañía, de la misma manera que la popularidad social se mide por el número de amigos en Facebook: todo es apariencia, prima lo superficial, parece insinuar el filme. Pero una cosa es la superficie y otra lo que se siente cuando lejos del mundanal ruido, incluso desde la cima del éxito, uno se queda sólo, y se percata de que en su camino a la gloria (virtual como el Facebook) ha dejado atrás la felicidad. En la película de Fincher la frustración cobra forma cuando nuestro antihéroe es ignorado en una invitación de amistad a través de la web que él mismo diseñó, y así la historia concluye de manera reveladora con la imagen de un genio atrapado en la trampa de su propio invento.
JorgeRTadeo
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