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Voto de Gato:
4
19 de enero de 2019
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras un magnífico estreno con "El sabueso de los Baskerville" y "Las aventuras de Sherlock Holmes", 20th Century Fox canceló la serie ante el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Eran tiempos demasiado serios para un personaje tan pintoresco como Sherlock y, en cuanto pudo, le vendió los derechos a Universal Pictures. Los nuevos dueños, sin embargo, encontraron la forma perfecta de sacar provecho a la inversión: ambientar las películas en el siglo XX (lo que ahorraba costes de decorado y vestuario) y usar a uno de los personajes más queridos y famosos de la literatura para hacer propaganda bélica.
Este cambio, por supuesto, también trajo consigo una considerable simplificación de los guiones, pues lo importante no era que la gente se asombrara con las dotes detectivescas de Sherlock, sino elevar los ánimos de la población y animarles a comprar bonos de guerra a la salida del cine. Esta cinta no es una excepción a eso y a nadie debería sorprender que dure unos escasos 71 minutos, dado que no hay mucho que contar y los misterios son tan predecibles que antes de que Sherlock Holmes aparezca en pantalla ya puedes imaginar la solución a la mayoría de las incógnitas.
Y las que quedan por resolver se desvelan más por casualidad que por otra cosa, porque nuestro detective parece más preocupado en alabar a los americanos y sus increíbles servicios de Policía Científica (no como en su país, la propaganda atiza hasta a los aliados) o lo magnífico que es el Capitolio que en observar lo que ocurre a su alrededor.
De hecho, lo único que se puede salvar de la película es el personaje de Watson. Y no porque sea listo o divertido. No, el doctor sigue siendo exasperante, pero en esta cinta alcanza un nuevo nivel nunca visto que resulta fascinante. Pregunta obviedades, no deja de tocarlo todo, se ríe en los momentos menos oportunos, tarda 6 horas en leerse 37 páginas de un libro, ¡se pasa una escena entera sorbiendo un batido! Es tan irritante que en un momento Sherlock le manda que siga desayunando para que le deje hablar en paz con un señor.
Se dice que Conan Doyle creó a Watson como una representación del lector para que Sherlock le pudiera explicar las cosas, pero si a alguien representa este Watson es a un niño hiperactivo y no muy listo de ocho años. Y lo único que faltaría para que confirmáramos que ese niño se llama Ralph Wiggum es que el buen doctor lance una banana al suelo al grito de ¡corre, plátano!
Este cambio, por supuesto, también trajo consigo una considerable simplificación de los guiones, pues lo importante no era que la gente se asombrara con las dotes detectivescas de Sherlock, sino elevar los ánimos de la población y animarles a comprar bonos de guerra a la salida del cine. Esta cinta no es una excepción a eso y a nadie debería sorprender que dure unos escasos 71 minutos, dado que no hay mucho que contar y los misterios son tan predecibles que antes de que Sherlock Holmes aparezca en pantalla ya puedes imaginar la solución a la mayoría de las incógnitas.
Y las que quedan por resolver se desvelan más por casualidad que por otra cosa, porque nuestro detective parece más preocupado en alabar a los americanos y sus increíbles servicios de Policía Científica (no como en su país, la propaganda atiza hasta a los aliados) o lo magnífico que es el Capitolio que en observar lo que ocurre a su alrededor.
De hecho, lo único que se puede salvar de la película es el personaje de Watson. Y no porque sea listo o divertido. No, el doctor sigue siendo exasperante, pero en esta cinta alcanza un nuevo nivel nunca visto que resulta fascinante. Pregunta obviedades, no deja de tocarlo todo, se ríe en los momentos menos oportunos, tarda 6 horas en leerse 37 páginas de un libro, ¡se pasa una escena entera sorbiendo un batido! Es tan irritante que en un momento Sherlock le manda que siga desayunando para que le deje hablar en paz con un señor.
Se dice que Conan Doyle creó a Watson como una representación del lector para que Sherlock le pudiera explicar las cosas, pero si a alguien representa este Watson es a un niño hiperactivo y no muy listo de ocho años. Y lo único que faltaría para que confirmáramos que ese niño se llama Ralph Wiggum es que el buen doctor lance una banana al suelo al grito de ¡corre, plátano!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Sin duda, la mejor muestra del buen uso que el doctor da a sus neuronas es cuando, recién llegados a Washington, les envían al hotel un baúl con el cadáver del hombre al que iban a buscar, conocido por ambos y al que habían raptado agentes enemigos para quitarle los documentos secretos que supuestamente llevaba.
SHERLOCK: Quieren hacernos creer que tienen el documento secreto en su poder.
WATSON: De ser cierto, ya hemos terminado.
Y chimpún. A él le han dicho "tu amigo te dará un documento" y muerto el uno y robado el otro, pues ya no hay nada que hacer ahí. Arreando de vuelta que en ningún sitio se está como en casa. ¿A quién le importa descubrir al asesino de su amigo? Ni que fueran detectives...
SHERLOCK: Quieren hacernos creer que tienen el documento secreto en su poder.
WATSON: De ser cierto, ya hemos terminado.
Y chimpún. A él le han dicho "tu amigo te dará un documento" y muerto el uno y robado el otro, pues ya no hay nada que hacer ahí. Arreando de vuelta que en ningún sitio se está como en casa. ¿A quién le importa descubrir al asesino de su amigo? Ni que fueran detectives...