El hecho sobre el que gira la película es el asesinato de Abraham Lincoln, mediante un tiro en la nuca por el actor J.W.Booth., y el juicio posterior a Mary Surratt, propietaria de la pensión donde se urdió la realización del magnicidio.
Por decisión del presidente, los sospechos son juzgados por un tribunal militar.
Mary Surratt (Robin Wright) es juzgada ya que en su pensión se reunieron los responsables del asesinato de Lincoln. Su abogado Frederick Aiken (James McAvoy), tiene que hacer frente a la premura con la que se quiere hacer justicia, a un tribunal mediatizado y a una representada que tampoco pone de su parte para colaborar.
Trás una larga pausa Robert Redfort vuelve a la dirección, parte de ese tiempo ha sido para estudiar minuciosamente todo lo que giró entorno al asesinato de Lincoln y plasmar en la pantalla una aproximación muy veraz de los hechos.
El guión es muy claro en su idea principal, no tarda en entrar de lleno en la trama, y a partir de ahí comienza la espectativa del espectador por ver el desenlace. Todo ello muy bien acompañado por un vestuario que nos sitúa a finales del siglo XIX. Los decorados son sombríos como requiere la ocasión y e igualmente buena utilización de los distintos planos.
Es recomendable para todos los públicos ya que cuenta un pedazo de la historia de los EEUU, y de los daños que pueden causar los prejuicios.