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Voto de AlvaroGPlata:
9
Terror. Romance Miriam Blaylock colecciona no sólo arte del Renacimiento y colgantes del Antiguo Egipto sino, sobre todo, amantes y almas. Moderna y elegante, Miriam es una vampiro intemporal residente en Manhattan, una mujer bendecida con la belleza y maldecida con su sed de sangre. (FILMAFFINITY)
23 de diciembre de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
'The Hunger' transcurre, por así decirlo, en dos actos. En el primero de ellos se narra la tragedia personal de John (David Bowie), el último amante de Miriam Blaylock (Catherine Deneuve), superviviente de una milenaria raza de vampiros; y de cómo la promesa de inmortalidad que ella le brinda, va acompañada de inesperadas y terribles consecuencias. Ya que, a diferencia de Miriam, la juventud de John se marchita de modo fulminante tras algunas centurias, consumiéndose así en una suerte de anciano momificado, y sin embargo consciente, para la eternidad. Miriam asiste impotente a una maldición que parece perseguirla desde sus orígenes, y no puede sino conservarlo en tan lamentable estado en la buhardilla de su lujosa residencia… junto al resto de su «colección» de malogrados amantes. Esta última y sobrecogedora revelación dará paso al segundo acto, al cual pertenece la ya célebre (¿por qué?) escena lésbica entre el personaje de Deneuve y una joven y algo desubicada Susan Sarandon, en su papel de investigadora de un centro médico donde tratan de establecer una relacion causal entre sueño y longevidad. Apropiadamente musicalizada con el primer acto de la ópera Lakme (y deliciosamente introducida por la protagonista al piano, dando inicio al ya mencionado y coral 'dueto de flores'). En mi opinión, este capítulo adolece de un pulso narrativo más irregular, así como de un desenlace abierto que, tal vez por exigencias de sus productores –con la vista ya fijada en alguna lucrativa secuela–, pudo ser mejorable.

La ópera prima de Tony Scott –basada en la novela homónima del escritor estadounidense Whitley Strieber (1981)– es así un filme atípico sobre vampirismo, donde precisamente nunca se llega a aludir de forma explícita a dicha condición. La música de Bauhaus que encabeza los rótulos iniciales es ya de por sí, con su satírica letra, toda una declaración de intenciones; pues en ella no encontraremos afilados colmillos, crucifijos, ristras de ajos, murciélagos, ni ningun otro elemento propio de la parafernalia sobre el mito del vampiro. En su lugar se presenta una visión cosmopolita y desesterotipada del nosferatu, ya asimilado al mundo contemporáneo excepto por su hematofagia y su extraordinaria longevidad –si soslayamos el detalle de esa inmortalidad «imperfecta» que el vampiro transmite a sus discípulos.

Al margen de su calidad cinematográfica se trata, por algún motivo que aun no sé explicar, de un filme del que guardo gran cariño, una nostalgia a la que me resulta dificil sobreponerme. Sí que puedo afirmar que este 'Ánsia' de Scott avivó, hace ya una veintena de años, mi interés profano por la música clásica, pues como frecuentemente ocurriría en el cine de su hermano Ridley, la banda sonora aparece bellamente ornamentada con una acertadísima selección de piezas de Schubert, Bach, Delibes, y Ravel.

Un filme políédrico en sus pretensiones, de afán multidimensional, quizá prisionero de ciertos estilismos propios de la época, cuya pobre acogida durante su estreno en 1983 no le auguró buenas expectativas a su malogrado director y que, sin embargo, devendría con los años en pequeña obra de culto. Una película para disfrutar de su atípica coreografía audiovisual, por momentos descarnada y poética; para reflexionar –sin demasada trascendencia– sobre la maldición implícita en el deseo, la esclavitud de la adicción, y el temor a la vejez como progresiva renuncia y tenebroso viaje hacia el ostracismo: memento mori.
AlvaroGPlata
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