En "Las niñas" no hay nada que llame la atención. Absolutamente nada. Es una película que pretende retratar las memorias adolescentes de su directora y guionista. Y lo cierto es que consigue demostrarnos que su vida era tan gris y aburrida como la de cualquiera.. o más.
En "Las niñas" todo está diseñado para ser aburrido, pero reivindicable. Cogemos a Natalia de Molina porque siempre mola, y le damos un papel de los que sabe hacer: chica triste a la que las cosas le van mal. Vamos, que la ponemos a hacer otra vez "Techo y comida", pero con menos texto y menos implicación. Pero da igual: sabemos que es triste e infeliz, y eso nos reconforta a la hora de valorar la película. No somos malos y no podemos suspender una película que retrata así a sus personajes.
Luego está la niña, que es una gran actriz, haciendo cosas de niñas e interpretando cosas de los niños y niñas de hace 30 años. Y ya. No hay más. No busquen una historia que les atrape, un suceso extraordinario que convierta en relevante lo que sucede. No. Es, simplemente la vida. No hay más.
Alguno me dirá que si es que la vida no me parece ya suficientemente interesante. Pues no, mire. Pongan un conflicto ahí, pongan unas situaciones que hagan que la película se mueva, no dejen que quede ahí, estática sin avanzar hacia delante o hacia detrás.
"Las niñas" es, por la recepción crítica y de la temporada de premios, una enorme decepción para el espectador que se había formado la idea de que podía ver algo interesante. Que no lo espere.