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Voto de Vivoleyendo:
7
7,2
5.837
Drama. Comedia
La ciudad de Memphis es el escenario para las tres historias que conforman esta película. 'Lejos de Yokohama', la primera, sigue a dos jóvenes japoneses cuyo sueño es visitar Graceland, la casa de Elvis Presley. En 'Un fantasma', una mujer italiana fácil de convencer se ve estancada en esa ciudad esperando el avión que les lleve a casa a ella y al cadáver de su marido. Y en 'Perdidos en el espacio', la tercera, tres hombres se ven ... [+]
10 de junio de 2008
49 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jarmusch compone tres historias paralelas con ciertos nexos de unión en su habitual estilo que rezuma una especie de constante vacío existencial, un fluir sin aparente propósito, sin objetivos a la vista aparte de captar algunos instantes en el transcurrir ordinario del tiempo.
No le importa mucho a dónde quiere llegar, y tampoco concede prioridad alguna a la agilidad ni a la acción por la acción. Jarmusch desecha los guiones convencionales en los que por fuerza siempre tiene que suceder una serie de acontecimientos que concedan rapidez y movilidad. Lo que le interesa es el recorrido, por lento que sea. Las conversaciones intrascendentes de los personajes, sus silencios, sus pequeñas manías, sus gestos ridículos, torpes y simpáticos. Centra más su cámara en las miradas pensativas y en los ratos de reflexión y de introspección, de modo que con frecuencia los pensamientos de algunos personajes quedan fuera de nuestro alcance. Algunos de ellos son herméticos, otros son más abiertos, dependiendo de su personalidad, pero Jarmusch siempre nos dejará la tarea de interpretar por lo que vemos más que por lo que escuchamos, aunque lo que escuchamos no deja de tener su importancia más por la atmósfera y por el ambiente que por su sentido. La mayor parte de lo que escuchamos son sonidos ambientales y diálogos que a primera vista no profundizan gran cosa, pero que en cada cadencia y en cada giro, así como en lo que no se dice, aportan información adicional, casi inconscientemente e inadvertidamente.
Aficionado a los travellings, gusta de desplazar la cámara por las calles siguiendo el paso de las personas; también aficionado a los medios planos fijos, deja el objetivo inmóvil grabando en los interiores y en los exteriores.
Así es él. Se fija en los pequeños detalles y desecha la globalidad, el conjunto.
Sus protagonistas son únicos y peculiares, trazados con mínimos pero certeros toques que transmiten tanto como esconden. Es difícil analizarlos. No se dejan encasillar fácilmente.
Memphis es el escenario común de las tres historias. La turística ciudad del rey del rock 'n' roll aparece ante nuestros ojos desmitificada y desprovista del aura casi sobrenatural con que la publicidad pretende dotarla. Jarmusch arroja el velo del mito y muestra la desnuda realidad. Las calles con sus desperdicios en las cunetas, barrios de casas prefabricadas algo destartaladas y con la pintura desgajándose de la madera curtida por la intemperie; comercios y bares con sus carteles deslucidos por la desidia; hoteles de medio pelo con desconchones en las paredes, decoración tirando de cutre a hortera y un inalterable aire de abandono que da la impresión de haberse instalado a perpetuidad en los objetos y en los ánimos.
Incluso la sombra de Elvis, omnipresente, sin embargo también se ve apagada, adulterada, como cansada de su propia popularidad.
No le importa mucho a dónde quiere llegar, y tampoco concede prioridad alguna a la agilidad ni a la acción por la acción. Jarmusch desecha los guiones convencionales en los que por fuerza siempre tiene que suceder una serie de acontecimientos que concedan rapidez y movilidad. Lo que le interesa es el recorrido, por lento que sea. Las conversaciones intrascendentes de los personajes, sus silencios, sus pequeñas manías, sus gestos ridículos, torpes y simpáticos. Centra más su cámara en las miradas pensativas y en los ratos de reflexión y de introspección, de modo que con frecuencia los pensamientos de algunos personajes quedan fuera de nuestro alcance. Algunos de ellos son herméticos, otros son más abiertos, dependiendo de su personalidad, pero Jarmusch siempre nos dejará la tarea de interpretar por lo que vemos más que por lo que escuchamos, aunque lo que escuchamos no deja de tener su importancia más por la atmósfera y por el ambiente que por su sentido. La mayor parte de lo que escuchamos son sonidos ambientales y diálogos que a primera vista no profundizan gran cosa, pero que en cada cadencia y en cada giro, así como en lo que no se dice, aportan información adicional, casi inconscientemente e inadvertidamente.
Aficionado a los travellings, gusta de desplazar la cámara por las calles siguiendo el paso de las personas; también aficionado a los medios planos fijos, deja el objetivo inmóvil grabando en los interiores y en los exteriores.
Así es él. Se fija en los pequeños detalles y desecha la globalidad, el conjunto.
Sus protagonistas son únicos y peculiares, trazados con mínimos pero certeros toques que transmiten tanto como esconden. Es difícil analizarlos. No se dejan encasillar fácilmente.
Memphis es el escenario común de las tres historias. La turística ciudad del rey del rock 'n' roll aparece ante nuestros ojos desmitificada y desprovista del aura casi sobrenatural con que la publicidad pretende dotarla. Jarmusch arroja el velo del mito y muestra la desnuda realidad. Las calles con sus desperdicios en las cunetas, barrios de casas prefabricadas algo destartaladas y con la pintura desgajándose de la madera curtida por la intemperie; comercios y bares con sus carteles deslucidos por la desidia; hoteles de medio pelo con desconchones en las paredes, decoración tirando de cutre a hortera y un inalterable aire de abandono que da la impresión de haberse instalado a perpetuidad en los objetos y en los ánimos.
Incluso la sombra de Elvis, omnipresente, sin embargo también se ve apagada, adulterada, como cansada de su propia popularidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
En la primera historia, una pareja de jóvenes japoneses se dirige en tren a la ciudad para hacer las visitas de rigor a Graceland y a los Estudios Sun. Durante la primera parte de la película, seguimos sus andares sin prisas, mientras ellos hacen lo que probablemente suelen hacer todas las parejas del mundo.
En la segunda historia, una mujer italiana que está sufriendo algunos contratiempos hace escala en Memphis y, mientras deambula en solitario, se va encontrando con una serie de curiosos personajes. Alguno de ellos realmente curioso...
Y en la tercera historia, tenemos a tres tipos que acaban pasando una noche etílica con actos imprudentes incluidos, mientras tratan de evadirse de su jodida y rutinaria realidad.
El vínculo que todos tienen en común incluye tres elementos: por un lado, un hotel destartalado que tiene como recepcionista a Screamin' Jay Hawkins, y a un botones que se aburre bastante. Por otro lado, el hotel se sitúa junto a una vía de ferrocarril elevada por la que constantemente pasan trenes que los protagonistas observan de vez en cuando. Y, por último, un disparo que se oye nítidamente al amanecer.
Sin duda la trama tiene su intríngulis en el que la decadencia, el hastío moral y vital y la búsqueda de algún móvil para la existencia intervienen con ese ritmo único de Jarmusch, y se desarrolla con una ironía y cierto sentido del humor algo ácido que suavizan la monotonía.
Una estupenda banda sonora con el "Mystery Train" y el "Blue Moon" de Elvis como hilos conductores, y la caricia de la voz de Tom Waits que ameniza la noche a través de las ondas de radio que llegan a los receptores de todos los personajes.
Una curiosa comedia que se mueve por los caminos personales de Jarmusch.
En la segunda historia, una mujer italiana que está sufriendo algunos contratiempos hace escala en Memphis y, mientras deambula en solitario, se va encontrando con una serie de curiosos personajes. Alguno de ellos realmente curioso...
Y en la tercera historia, tenemos a tres tipos que acaban pasando una noche etílica con actos imprudentes incluidos, mientras tratan de evadirse de su jodida y rutinaria realidad.
El vínculo que todos tienen en común incluye tres elementos: por un lado, un hotel destartalado que tiene como recepcionista a Screamin' Jay Hawkins, y a un botones que se aburre bastante. Por otro lado, el hotel se sitúa junto a una vía de ferrocarril elevada por la que constantemente pasan trenes que los protagonistas observan de vez en cuando. Y, por último, un disparo que se oye nítidamente al amanecer.
Sin duda la trama tiene su intríngulis en el que la decadencia, el hastío moral y vital y la búsqueda de algún móvil para la existencia intervienen con ese ritmo único de Jarmusch, y se desarrolla con una ironía y cierto sentido del humor algo ácido que suavizan la monotonía.
Una estupenda banda sonora con el "Mystery Train" y el "Blue Moon" de Elvis como hilos conductores, y la caricia de la voz de Tom Waits que ameniza la noche a través de las ondas de radio que llegan a los receptores de todos los personajes.
Una curiosa comedia que se mueve por los caminos personales de Jarmusch.