Cuando yo era niña, en la década de los 80, sólo teníamos dos canales (hasta finales de la década, cuando comenzaron los canales autonómicos, y ya en los 90 los canales privados) y aún no emitían reality shows, ni corazoneo barato y se respetaban escrupulosamente las franjas horarias infantiles. En aquellos años dorados de la tele (o al menos así los recuerdo yo), crecí con múltiples series, entre ellas ésta de agentes secretos. El agente 86, una especie de anti-James Bond feúcho y patoso, tratando de resolver casos misteriosos con la ayuda de la agente 99 (una burla a la manía que tienen en las películas de agentes secretos por encriptar las identidades y designar a la gente con números), siempre metidos en situaciones divertidas y muy entretenidas que nos deleitaban capítulo tras capítulo.
Una sana revisión, crítica y desmitificación del tradicional género policíaco, con la inconfundible mano de Mel Brooks, maestro de las parodias.