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Voto de Vivoleyendo:
9
Drama Javi, un niño de nueve años, lleva a su amigo Carlos hasta un viejo caserón situado en las afueras de la ciudad. Allí, según el hermano de Javi, tuvo lugar un crimen pasional, y las voces de los muertos aún se pueden oír en el sótano de la casa. El misterio que rodea este caserón deshabitado es el inicio de una búsqueda, de un aprendizaje que muestra, a través de la mirada de Javi, el miedo y la fascinación por lo desconocido. (FILMAFFINITY) [+]
17 de junio de 2011
24 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Javi no se atreve a cruzar el río por encima de las piedras. Le da vértigo mirar el agua que corre torrencialmente y se arremolina entre los pedruscos colocados en hilera. Su hermano mayor Juan le dice que es un gallina, y que por el puente que hay algo más allá sólo cruzan los cobardes.
Javi pronto aprenderá que el verdadero valor no reside en no tener miedo al atravesar un curso de agua saltando sobre unos vacilantes peñascos. Reside en madurar asustado e intrigado entre esos secretos inefables que susurran desde los rincones y que todas las casas ocultan.
Reside en observar con ojos llenos de descubrimiento y captar lo no dicho, lo que los mayores no ponen en palabras delante de los niños, confrontarlo con la propia ignorancia que la inocencia de ser pequeño erige para proteger de lo que aún es tan difícil entender. Aún, y siempre. El hecho de ser adulto no abre ninguna cerradura mágica del entendimiento, pero una de las cosas más entrañables de la ingenuidad de la niñez es que uno cree que de mayor todo eso tan incomprensible se volverá cristalino. Cuántas veces se nos dice que “cuando seas mayor, lo entenderás.”
Y cuando se crece, lo que uno hace es comprobar que, por el contrario, las cosas son cada vez más confusas, pero nos habremos adaptado algo más a las dobleces y flexibilizado el pensamiento para tolerar mejor tanta inseguridad. O eso tratamos.
Javi está comenzando ese proceso de sumergirse en la incertidumbre de hacerse hombre. Intentando conciliar sus creencias, mezcla entre sus agudas percepciones y deducciones, las enseñanzas recibidas en su entorno doméstico, local y escolar, y la influencia de su hermano Juan, que se las da de sabelotodo y que medio se burla cariñosamente de Javi, y medio se cree lo que él mismo inventa u oye contar por ahí, las tradicionales supercherías que circulan por todo pueblo que se precie.
Lo que Armendáriz nos regala, con visos de suspiros que hablan desde habitaciones vacías teñidas de melancolía, desde el pasado que se marchó y los hechos que se marcharon con él, y más que nada desde los ojos curiosos e inteligentes de un chico, es el momento en que se asciende desde el escalón de la infancia hasta el de la plena adultez. Porque Javi es un chico como cualquiera, y sin embargo no es corriente.
Lo es porque crece como lo hacemos los demás, haciendo frente a los misterios, que son los que pueblan la vida. Y no lo es porque es capaz de leer entre líneas de una manera conmovedoramente profunda, y surgir en la otra orilla del río de la duda y del miedo con nuevas chispas en las pupilas, con una mirada que ha pasado del recelo a la aceptación.
Él sabrá que no dejará de sentir temor, que éste nos acompaña donde quiera que vayamos. Pero el truco está, como dice su madre, en no pregonar que uno tiene miedo. Apretar los dientes y cruzar el río saltando sobre las piedras.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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