Parece que 2008 ha sido un año prolífico en cuanto a la adaptación cinematográfica, más o menos afortunada, de novelas y cómics de los últimos tiempos. El género de la fantasía prolifera y es realmente difícil inventar algo nuevo, algún argumento capaz de sorprender al respetable. Y, entre tantas producciones que compiten en la carrera hacia el éxito, muchas pasan sin gran pena ni gloria, tal vez porque la oferta es demasiado abundante y el público acaba saturándose de historias para pasar el rato comiendo palomitas.
Sea como sea, el género fantástico no me suele desagradar. Me gusta dejarme guiar hacia mundos alternativos, hacia posibilidades que podrían ser o no, pero que en cualquier caso durante una hora y media o más me hacen creer que existen, aunque sólo sea en el reino de lo ilusorio. Hay que aceptar el juego, como cuando de niña yo me convertía en una princesa, o en un hada, o en una madre de familia, o en una piloto de carreras, o en una superhéroe sólo con desearlo.
Si consigues admitir la premisa y olvidarte de ciertas barreras adultas, entonces podrás disfrutar una película como “City of Ember” aunque no tenga una propuesta arrolladora. Sin lugar a dudas, el libro en el que se basa promete ser bastante interesante y desde luego debe de ser mucho más completo que su adaptación a la pantalla pero, como ya he señalado, hoy en día es muy complicado que algo sobresalga en el mercado competitivo de la creatividad.
Otro planteamiento con tintes apocalípticos, con una Humanidad en peligro para la cual la única salida posible consiste en sepultarse bajo tierra. La crítica situación lleva a un grupo de expertos a diseñar el único plan de emergencia viable: construir una ciudad subterránea que durante dos siglos sea la morada provisional de los que quedan sobre el planeta. Para evitar riesgos, la información sobre los orígenes de Ember y sobre la forma de salir de ella se guardará en estricto secreto y no será revelada a las siguientes generaciones. Tan sólo una persona, el alcalde o la alcaldesa, será la encargada de custodiar la información, en una caja especial donde figura una cuenta atrás, y que deberá legar a su sucesor o sucesora en el cargo, siempre manteniendo la clandestinidad. Una vez transcurrido el plazo, la Humanidad estará lista para regresar a la superficie de la Tierra…
Nadie volverá a ver la luz del sol.
Pero, como siempre ocurre en este mundo imprevisible, algo falla en la cadena. La información se pierde por el camino.
El plazo se cumple con creces, y Ember se ha convertido en una ciudad decrépita, alarmantemente falta de recursos. Todo está envejecido y cada vez hay menos recambios, menos provisiones. Hace mucho tiempo que no existe nada nuevo, que todo se recicla y se reutiliza. La población hace juegos malabares para arreglárselas.