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Voto de Vivoleyendo:
5
Drama. Romance Un matrimonio inglés viaja a Italia para vender una villa que ha heredado cerca de Nápoles. Al alejarse del ambiente londinense y encontrarse en un paisaje y en un mundo ajenos, la pareja experimenta sentimientos olvidados, como los celos y el resentimiento. (FILMAFFINITY)
13 de abril de 2010
23 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se me ha ocurrido dedicar un pequeño ciclo algo errático a Ingrid Bergman. Me interesaba explorar su “etapa Rossellini”, que tanto marcó en el plano personal y profesional a ambos artistas. Pero hasta ahora no me ha impresionado. Y con “Te querré siempre” me queda el saborcillo a algo ligeramente insípido. Tanto por la notoria falta de química entre Sanders y Bergman, como por la carencia de inspiración del guión. Los intérpretes parecen cansados, algo hastiados, como si estuvieran cumpliendo con su contrato por simple trámite, sin poner entusiasmo. Y una fotografía pseudo-turística que hace publicidad de los enclaves más conocidos de la sureña región de Campania no es suficiente para encubrir lo que falta en otros ámbitos. Las vistas del volcán Vesubio, de museos napolitanos, de catacumbas y de Pompeya, sin llegar a lo superfluo, tampoco aumentan la calidad de fondo de un drama más bien desapasionado. Quedan como estampas ornamentales obligadas, y ya. Empleadas también para subrayar las diferencias entre los cónyuges del matrimonio Joyce (a ella le gusta hacer turismo por los museos y ruinas romanas, a él le suele aburrir), aportan un significado de fatalidad, de la erosión del tiempo, de la brevedad de la vida y de todas las cosas, y de universalidad, porque permiten descubrir que las gentes cambian poco a lo largo de los siglos y de los milenios. Aquel matrimonio que encontró la muerte sepultado bajo las cenizas de Pompeya el 24 de agosto del año 79 d. C. era como otro matrimonio cualquiera, ya mediasen entre uno y otro diecinueve siglos. Esa pareja recreada en yeso, asida de las manos y destilando el mismo miedo que debió de sentir en sus últimos minutos, es tan actual como las parejas de ahora. Es impactante la técnica de rellenar con yeso los huecos en los estratos de ceniza compacta, donde estuvieron los cuerpos de los fallecidos en la letal erupción del Vesubio. Miles de figuras de víctimas se han reconstruido con esa técnica. E incluso moldeadas en yeso y tras dos milenios, hablan de todo lo que sigue siendo igual tanto entonces como ahora.
Rossellini se sirve de la metáfora de la ciudad enterrada, de los restos que conocieron tiempos mejores, para mostrar la angustia de una pareja en grave crisis. Y ésa es tal vez la mejor baza. Porque los otros detalles se me hacen sosos y casi artificiales. Parece la mirada aburrida y escéptica de dos esposos ingleses de visita en Italia por motivos de una herencia, que no se molestan demasiado en ver más allá de sus superficiales y egocéntricas narices. Y, además, parece el típico retrato estándar de la Italia más atrasada, más o menos como la perspectiva del clásico turista guiri que sólo va a Italia para quejarse de que ahí no trabaja ni Dios, de que son unos crédulos supersticiosos y que todo quisqui está siempre de juerga y de verbena. Y de que eso del culto a los difuntos es de muy mal gusto.
Un Rossellini con poca chicha, según mi visión particular.
Vivoleyendo
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