Esta versión, entre las muchas que se han rodado sobre la única novela de Emily Brontë, no creo que sea de las mejores. Tiene a su favor su atmósfera visceral, telúrica, basta, tosca, tempestuosa, salvaje como las fuerzas de la naturaleza; el cerrado acento de los desnudos páramos de Yorkshire, pronunciado apenas lo justo por esas personas lacónicas (sobre todo el callado Heathcliff), la mayoría tan austeras como ese castigado y despoblado entorno rural, que evoca una vida ruda en medio de un clima violento. La civilización es un leve matiz que rara vez gana la partida a unos modales bruscos o desdeñosos, a unas pasiones a flor de piel. Cumbres Borrascosas es una hacienda modesta donde los animales campan a sus anchas, el barro cubre hasta las cejas, la sangre de las aves y bestias sacrificadas cubre suelos, las moscas revolotean con su molesto zumbido, la suciedad se ceba sobre la piel y la ropa. Y en el aire húmedo y desapacible acecha la tuberculosis.
Es lo más lejos que se puede estar del acartonamiento, y lo más auténtico que ofrece esta adaptación, quizás en ese sentido la más cercana a la novela. Emily no escribió sobre familias adineradas ni sus relaciones sociales, sino sobre el amor frustrado, las rencillas, los odios, la venganza y mucho más.
Mientras la ves, puedes sentir el fuerte viento, escuchar el susurro de las ramas y la hierba, oler la tierra mojada y los rincones comidos de humedad, notar el barro pegajoso, dan ganas de espantar a los bichos zumbones, da un poco de asco mirar esos colgajos de carne, pelo y plumas esperando a ser preparados para la comida, el aliento de los perros te pega en la cara, los caballos transmiten su brío de cuadrúpedos hechos para cabalgar.
El fallo, o la virtud, según se mire, es que se prodiga en todos esos detalles sensoriales que son la más expresiva forma de comunicación que Heathcliff conoce, el muchacho de aspecto exótico venido de ninguna parte que es como la tierra misma, duro, resistente, curtido en la intemperie, con el lenguaje más basado en los silencios que en las palabras, no hecho a las frivolidades ni los derroches, la pura esencia desnuda de un alma atormentada y peligrosa destinada a amar con furia a la persona a la que él abra su negro y ardiente corazón, y a odiar con igual furia a quien sea su enemigo. No hay en él medias tintas, dulzuras ni banalidades, es seco y rígido como la roca (tan sólo cederá y se ablandará ante el objeto de su amor), y a los desagravios responderá con la saña de un perro harto de que lo apaleen, mordiendo con dientes afilados.
Él es el absoluto protagonista, y toda la parsimoniosa acción transcurre desde su perspectiva, así que no veremos ni oiremos nada que él no vea ni oiga, muchos retazos de conversaciones de los que aparecen en la novela no están presentes simplemente porque en ese momento él está en otra parte de la casa o no está.
Por eso decía que puede ser un defecto, depende. En el libro la historia se contaba desde el punto de vista de un narrador externo, un inquilino de la hacienda que se define a sí mismo como prácticamente misántropo, aunque tras entrar en contacto con el aislado, extraño y endogámico universo de Cumbres Borrascosas, en comparación podría ser un gran hombre de mundo. Lockwood aporta la locuacidad que falta en ese ambiente perdido y desangelado. En la película no hay inquilino ni narrador aparte de la misma cámara y de los sonidos ambientales.
Lo que menos me ha gustado lo mencionaré en el spoiler, porque puede revelar cosas importantes.