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Voto de Vivoleyendo:
7
Drama. Romance París, 1928. Tras la Revolución Rusa de 1917 y, después de varios años de exilio, un grupo de súbditos leales al zarismo sigue buscando el rastro de la Gran Duquesa Anastasia, la única superviviente de la matanza de Ekaterimburgo (1918), ciudad donde los bolcheviques de Lenin acabaron con la dinastía de los Romanov. (FILMAFFINITY)
22 de abril de 2010
11 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anastasia Nikolayevna Romanov (1901-1918) protagonizó póstumamente una leyenda que pasaría a los anales del siglo veinte. El regicidio del último zar ruso, ejecutado junto a su esposa y sus cinco hijos, acabó de un plumazo con el régimen imperial de la nación más extensa de la Tierra. Muchos años después, los hallazgos y los análisis de ADN demostraron que, efectivamente, la familia al completo había perecido aquel 17 de julio de 1918 bajo los fusiles y bayonetas bolcheviques. Pero mientras tanto había quedado suspendida en el aire la duda acerca de la supervivencia de uno de los miembros, la más joven de las Grandes Duquesas. La imaginación se desató debido a la ausencia de algunos de los cadáveres.
Cuando hay duda, hay esperanza. Y de eso se sirvió una caterva de impostoras que fueron lloviendo como una pequeña plaga, afirmando ser la desaparecida Anastasia.
Aquello debió de ser un cúmulo de intereses monetarios, ansias de fama, y de ocupar el puesto de una princesa. Ninguna fruslería, desde luego. Y ello sumado a la nostalgia de quienes añoraban el pasado imperial, y a la credulidad, fueron el detonante de la farsa.
En 2007 se hallaron los restos que faltaban en la fosa en la que habían reposado los demás integrantes de los Romanov. Con ese descubrimiento y la confirmación de las identidades de Anastasia y su hermano Alexis, se daba por inviable la posibilidad que tanto había alimentado relatos con dimensiones de cuentos de hadas. Cuentos que se difundieron hasta su consagración en el cine.
La versión más romántica vino de la mano de Anatole Litvak. Una gran estrella del firmamento cinematográfico de los cincuenta, Ingrid Bergman, se metió en el personaje de una mujer sin identidad, sin memoria y sin casa, a la que un grupo de rapaces con ánimo de lucro entrena para hacerla pasar por la princesa rusa, impulsados por la gran semblanza con la original. Ni ella misma sabe quién es. Pero eso no importa si se consigue que la exiliada emperatriz madre, María Fiodorovna (1847-1928) crea que ella es su nieta.
El atractivo, avispado, severo y enérgico jefe del grupo de timadores, un ex-general ruso que se gana la vida en París, no se detiene ante ningún obstáculo. Pero hay dos cosas que no puede prever. La primera, que su recomendada despliegue conductas y comentarios que nadie le ha enseñado y que podrían ser remanentes auténticos de su posible pasado en la corte real. La segunda, enamorarse inadvertidamente de su pupila, sin fijarse en quién sea ella realmente, e importándole bien poco si es la indigente Anna Andersson o la hija de un zar. Sea lo que sea lo que resulte del negocio, está destinado a perderla, porque él conoce muy bien su puesto como intermediario…
Drama romántico de buena factura, que exalta el mito y la secreta querencia que nos queda por los cuentos de princesas, hablándonos también de ese mensaje cursi y soñador, pero bienvenido, de que el amor verdadero no se fija en títulos, ni en el dinero, y ni siquiera en el nombre.
Vivoleyendo
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