Dumbledore, el mago más brillante probablemente en siglos, cerró los ojos para siempre dejando a la amenazada comunidad mágica tan terriblemente huérfana, tan sola en medio de una guerra de proporciones que se agigantan hora tras hora, que ya no parece posible encontrar una luz que guíe los pasos trémulos de los que pelean contra el mal.
Todo parece ahora tan inútil, tan frustrante, tan perdido, ahora que ese genio de cerebro preclaro y enorme corazón se ha marchado y descansa bajo su tumba blanca en los arrebatadores parajes de su hogar, Hogwarts.
El panorama es tan lúgubre bajo el caos desatado, con Voldemort imponiendo su ley del terror desde el Ministerio de Magia, desde los medios de comunicación como la prensa, enviando a sus esbirros a divertirse torturando, cazando a los muggles y sangre sucia como en aquellas redadas en las que se atrapaba a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial para conducirlos al exterminio… Harry es el Indeseable Número 1, en busca y captura. Los adeptos del Niño que Sobrevivió están cercados por todos los flancos, luchando contra una oscuridad pegajosa y espesa.
Sin embargo, Dumbledore no abandonó a su suerte a los seres a los que quería, ni a nadie que lanzara un grito de socorro. Hasta en los momentos más crudos tendió un hilo de esperanza, de fe, dejando las pistas para que los que continuaban pudieran encontrar el camino.
Y ese camino oculto se presenta para Harry, Ron y Hermione como un objeto sin identificar que podría estar en cualquier parte. Tan evasivo como esos horrocruxes que Harry no tiene la menor idea de cómo diantres localizar. Sumando al galimatías el hecho nada consolador de que desconoce por completo cuáles son los tres objetos restantes por buscar, que contienen trozos del alma de su némesis. Aparte del anillo de los Gaunt, del diario de Tom Riddle (ya destruidos) y del guardapelo del que sólo tienen una réplica falsa, ni una pista.
Ahora los tres tendrán que librar una batalla que, por si no fuera bastante con temer constantemente por las vidas de sus familiares y amigos y por el destino de muchos inocentes, así como esquivar a las cohortes malignas cuyo objetivo es localizar a su codiciado prófugo número uno, incluirá un elemento de agotamiento psicológico tan devastador, que sus temples van a sufrir una inexorable puesta a prueba. Cuando las semanas transcurran en una fuga perpetua, sin detenerse demasiado en el mismo sitio, sin tener noticias de los demás que se quedan luchando por su cuenta frente al peligro mortal, sin tener ni la más remota noción de qué es lo siguiente que hay que hacer, qué horrocruxes hay que buscar, y el modo de dar con su paradero… Surgirá un nuevo enemigo: el desgaste.