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Voto de Vivoleyendo:
7
Drama Mientras su familia se reúne para celebrar su cumpleaños, el periodista Alexander se siente angustiado por la desoladora falta de espiritualidad que caracteriza al mundo contemporáneo. Sus peores temores se confirman cuando, durante la fiesta, llega la noticia de un inminente conflicto nuclear: la Tercera Guerra Mundial. El final, definitivo e irreversible, está cerca. En ese momento están con él su angustiada esposa, sus dos hijos, un ... [+]
8 de julio de 2010
34 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tarkovsky seguramente no podía concebir una existencia carente de espiritualidad, de conexión con un ente sensible mucho más elevado que nosotros. Debía de hacérsele extremadamente duro aceptar que estamos aquí por nada y para nada, nacer y morir en un ciclo sin propósito, en el que la chispa de la vida no sea más que una manifestación del despreocupado azar, un accidente más entre tantos.
Es casi enloquecedor aceptar que las cosas suceden porque así lo dictan las leyes naturales, la casualidad y la futilidad, y que el concepto del alma, la moralidad, el bien y el mal, la recompensa y el castigo son simples fabulaciones humanas.
El nacimiento del misticismo, de esa desesperada necesidad de agarrarse a una mano invisible más grande y sabia que la nuestra, ha impulsado al hombre desde sus albores. Siempre le ha resultado inconcebible saberse solo, ásperamente solo, y esa consciencia de su soledad es lo que lo insta a buscar una compañía omnisciente, que escucha todo, que comprende todo, que consuela, pero que también reprende y castiga. La humanidad es como un rebaño de ovejas clamando por un pastor que las proteja y les enseñe dónde está el bien y dónde está el mal, que imponga los límites que ellas no se saben imponer.
La concepción bíblica del castigo divino, el sacrificio y la purificación del alma señalan perfectamente esa debilidad humana, esa cualidad de atávica inmadurez, como niños eternos que constantemente desafían la autoridad para sentir con íntima satisfacción ese poder superior, esa seguridad de verse liderados, para que les digan hasta dónde pueden llegar.
El ser humano no deja jamás de comportarse como el niño eterno que es, echando un pulso a Dios o a lo que él necesita creer que es Dios o algo más grande que las personas. A veces precisa que le recuerden cuál es su sitio, precisa de una mano severa.
En la Biblia son esenciales los episodios de las purgas de los pecados humanos mediante castigos ejemplares o mediante sacrificios. El Diluvio Universal por el agua, Sodoma y Gomorra por el fuego. Y el máximo ejemplo de sacrificio: Jesucristo, pagando con su carne.
Tarkovsky se sintió atraído por la idea de un acto de ofrenda suprema que limpiara los pecados de todos, pero también comprendió la esterilidad de dicho gesto sublime, su inutilidad en este mundo de ciegos y sordos, sin recibir respuesta, tan sólo silencio, el silencio de un Dios tal vez ausente, tal vez cansado. O sencillamente inexistente.
Un Dios en el que él quería creer quizás, al que veía en los elementos, el agua, el aire, la tierra y el fuego, en el acto disparatado de un loco que sintió la inspiración de salvarnos a su manera. En los tiempos que corren, la ira de Dios ya no se manifiesta con diluvios ni ángeles vengadores, pero sí lo hace mediante las guerras apocalípticas. La Tercera Guerra Mundial se anuncia. Alexander intuye que habrá que volver a aplacar la ira divina mediante un nuevo tributo de carne y fuego.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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