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7
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Comedia
Julie Powell (Amy Adams), decidida a hacer algo creativo para olvidar su rutinario trabajo, se plantea como un reto elaborar las 524 recetas del libro "Dominando el arte de la cocina francesa", un clásico de la gastronomía publicado en 1961 por Julia Child (Meryl Streep). Durante ese año, escribe cada día sus experiencias en un blog que tendrá múltiples seguidores. (FILMAFFINITY)
20 de diciembre de 2009
23 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Quién no ha oído mil veces que la cocina francesa es la cumbre gastronómica mundial? Yo discrepo, porque siendo española y disfrutando algunas de las muchísimas delicias de las que disponemos en España, no me parece que las del país vecino sean tan sublimes, al menos si me pongo a comparar. Pero que por estas tierras del oeste europeo poseemos una riqueza inmensa en el arte del buen manjar, eso cualquier apasionado de la comida de calidad puede ratificarlo.
La cocina puede ser lo que cada uno quiera que sea. Hay quien detesta pasarse horas y horas preparando, picando, cortando, mezclando, removiendo, rellenando, añadiendo esto y aquello, pasando calor, produciéndose cortes alguna vez que otra con los cuchillos, quemándose con salpicaduras de aceite o al tocar sustancias demasiado calientes, o manipulando animales que sangran y a los que hay que extraer las vísceras, la carne, o deshuesarlos... Hay quienes ven en todo ello un fastidioso e incluso a veces un repugnante proceso de esclavitud a la cocina. Otras personas, en cambio, lo ven como una afición imprescindible, una necesidad, una evasión.
La cocina puede ser entendida como simple trámite para salir del paso y mantenerse al menos mínimamente alimentado (porque necesitamos alimentarnos para vivir), o bien como una especie de ciencia alquímica con pizcas de magia, de placer sensorial, toque personal y disfrute del paladar. Para algunos, es como componer música, o la elaboración de fórmulas que transforman ingredientes ordinarios en combinaciones sorprendentes y de efectos espectaculares.
Está abierta a la experimentación, a la personalidad de cada uno. Y nunca existe la receta definitiva. Ningún libro de recetas es cerrado e inmutable, porque el mismo plato cambia de una persona a otra, de unas manos a otras, incluso con los mismos ingredientes. Porque también influye la pasión, el cariño de la preparación, el temperamento, la creatividad, el atrevimiento. Por ejemplo, añadir algo que no viene en el libro, y obtener un matiz nuevo de sabor.
Julia Child no sabía muy bien cuál era su principal objetivo. Había vagado de un lado a otro, buscando algo que la llenara, a lo que consagrarse. Hasta que fue a parar a Francia, y se dio cuenta de que adoraba aquella dedicación casi militar de los chefs. Quiso aprender sus técnicas, y se convirtió en una alumna aventajada. A ella le encantaban los placeres de la buena mesa, y halló la ocupación ideal para su carácter abierto y alegre. No deseaba nada más que vivir alegremente junto a su marido, sorprendiendo cada día a ambos con platos exquisitos y elaborar, con la ayuda de algunas amigas, un libro de recetas para compartir sus hallazgos con quienes se interesaran por ellos. Y no sólo eso. Quería acercar la alta cocina del país galo a todas las amas de casa de clases medias y obreras. Quería hacer asequible la leyenda y que cualquiera con ganas y tiempo la trocara en realidad en su propia cocina, por humilde que ésta fuese.
La cocina puede ser lo que cada uno quiera que sea. Hay quien detesta pasarse horas y horas preparando, picando, cortando, mezclando, removiendo, rellenando, añadiendo esto y aquello, pasando calor, produciéndose cortes alguna vez que otra con los cuchillos, quemándose con salpicaduras de aceite o al tocar sustancias demasiado calientes, o manipulando animales que sangran y a los que hay que extraer las vísceras, la carne, o deshuesarlos... Hay quienes ven en todo ello un fastidioso e incluso a veces un repugnante proceso de esclavitud a la cocina. Otras personas, en cambio, lo ven como una afición imprescindible, una necesidad, una evasión.
La cocina puede ser entendida como simple trámite para salir del paso y mantenerse al menos mínimamente alimentado (porque necesitamos alimentarnos para vivir), o bien como una especie de ciencia alquímica con pizcas de magia, de placer sensorial, toque personal y disfrute del paladar. Para algunos, es como componer música, o la elaboración de fórmulas que transforman ingredientes ordinarios en combinaciones sorprendentes y de efectos espectaculares.
Está abierta a la experimentación, a la personalidad de cada uno. Y nunca existe la receta definitiva. Ningún libro de recetas es cerrado e inmutable, porque el mismo plato cambia de una persona a otra, de unas manos a otras, incluso con los mismos ingredientes. Porque también influye la pasión, el cariño de la preparación, el temperamento, la creatividad, el atrevimiento. Por ejemplo, añadir algo que no viene en el libro, y obtener un matiz nuevo de sabor.
Julia Child no sabía muy bien cuál era su principal objetivo. Había vagado de un lado a otro, buscando algo que la llenara, a lo que consagrarse. Hasta que fue a parar a Francia, y se dio cuenta de que adoraba aquella dedicación casi militar de los chefs. Quiso aprender sus técnicas, y se convirtió en una alumna aventajada. A ella le encantaban los placeres de la buena mesa, y halló la ocupación ideal para su carácter abierto y alegre. No deseaba nada más que vivir alegremente junto a su marido, sorprendiendo cada día a ambos con platos exquisitos y elaborar, con la ayuda de algunas amigas, un libro de recetas para compartir sus hallazgos con quienes se interesaran por ellos. Y no sólo eso. Quería acercar la alta cocina del país galo a todas las amas de casa de clases medias y obreras. Quería hacer asequible la leyenda y que cualquiera con ganas y tiempo la trocara en realidad en su propia cocina, por humilde que ésta fuese.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
La dedicación de Julia revolucionó el mundillo gastronómico, y marcó la trayectoria de muchas personas que siguieron su estela. Entre ellas, una chica neoyorquina, Julie Powell, que buscaba entregarse a una causa absorbente, y que tenía en común con Julia su amor por la comida y el placer de prepararla. Julie puso en marcha un proyecto, un desafío, cuyos progresos fue anotando en un blog en Internet, y que comenzó a ser seguido por mucha gente. De ese modo comenzó la relación Julie/Julia, dos mujeres separadas en el tiempo y el lugar, pero unidas en una causa común.
Nora Ephron compone una de sus dulces comedias basadas en sencillas historias en las que predominan el amor y la alegría de vivir. Optimista, divertida y tierna. Un metraje algo prolongado, pero bastante llevadero, sobre todo gracias a una Meryl Streep que se sale y a la simpatía de un guión diseñado para que pasemos dos horas agradables, consiguiendo que la boca se nos haga agua y que captemos olores y sabores sólo siguiendo las peripecias de las dos mujeres en la pantalla.
Nora Ephron compone una de sus dulces comedias basadas en sencillas historias en las que predominan el amor y la alegría de vivir. Optimista, divertida y tierna. Un metraje algo prolongado, pero bastante llevadero, sobre todo gracias a una Meryl Streep que se sale y a la simpatía de un guión diseñado para que pasemos dos horas agradables, consiguiendo que la boca se nos haga agua y que captemos olores y sabores sólo siguiendo las peripecias de las dos mujeres en la pantalla.