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Voto de Vivoleyendo:
10
Serie de TV. Drama Miniserie de 7 episodios. Kentucky, años 60. En plena Guerra Fría, la joven Beth Harmon (Anya Taylor-Joy) es una huérfana con una aptitud prodigiosa para el ajedrez, que lucha contra sus adicciones mientras trata de convertirse en la mejor jugadora del mundo ganando a los grandes maestros, en especial a los rusos.
11 de abril de 2021
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pese a haber visto solamente dos miniseries de 2020, dudo que aunque viera muchas más, hubiera alguna que me vapuleara más la fibra profunda que “Gambito de dama”. Ojalá me equivocara, pues siempre es bienvenida cualquier serie que me haga sentir tanto con tan poco.

Y con tan poco no me refiero, ni mucho menos, a que le falte calidad o carezca de algo importante. Nada de eso. Me refiero a que en tan sólo siete episodios, que se ven en un suspiro, se condensa una historia inmensa, de las que me marcan al rojo vivo. En unas pocas horas la vida de Beth Harmon ya me ha atrapado sin remedio.

Yo lo que sé de ajedrez son los movimientos y reglas básicas, nada más. De niña jugaba por pura diversión sin más trascendencia y de adolescente intenté mejorar un poco (practicando con un pequeño ajedrez electrónico que le regalaron a uno de mis hermanos), pero yo carezco de dotes para ese juego, en paralelo a mis escasas dotes para las matemáticas, teniendo en cuenta que ambas disciplinas están relacionadas. En fin, en aquellos años fue donde terminó mi moderada curiosidad por el ajedrez. Sabía que en esa época el campeón del mundo era Kasparov (uno de los más grandes de todos los tiempos), y que su rival era Karpov. Hasta ahí llegaban mis conocimientos. Yo nada entendía de defensas sicilianas ni de gambitos ni como quiera que se llamaran todas esas jugadas. Y sigo igual.

Pero como esta serie ha sido creada respetando tanto al público que entiende de ajedrez como al que no, no importa que uno no sepa ni papa del juego. Esa sí que es una gran estrategia de los creadores, enganchar al espectador con una serie que gira alrededor del ajedrez pero ese no es enteramente el centro de la trama. Sí, vale, tiene gran importancia, pero como no eclipsa en absoluto al resto de factores que hacen de “Gambito de dama” una serie fascinante, sino que más bien todo fluye en bella consonancia, nadie se sentirá excluido, al menos no quienes se metan de lleno y de cabeza.

Como tantas otras cosas, el ajedrez siempre ha sido un deporte muy sexista. Y precisamente es uno en los que no se debería hacer ninguna distinción entre sexos, pues el talento para practicarlo no depende de ninguna condición física. Pero es totalmente injusto que dicha distinción se practique en disciplinas en las que estamos en igualdad, como las que requieren dotes intelectuales.

Walter Tevis (autor de novelas tan conocidas como “El buscavidas” y “El color del dinero”) dio vida a Beth Harmon, una chica de Kentucky (como él) de infancia trágica e inadaptada que descubre una absorbente pasión por el ajedrez (al que el escritor era muy aficionado) al tiempo que cae en el infierno de la adicción (como una más de las muchas víctimas de los abusos institucionales).

Tevis introdujo a una jovencita solitaria e introvertida, decidida a revolucionar un ambiente tan dominado por el sexo masculino como el ajedrecístico, y creó un tapiz de personajes entre los que se aprecia, comenzando por Beth y continuando con un pequeño desfile de secundarias de lujo, una profunda sensibilidad hacia el universo femenino. La historia está impregnada de un halo de melancolía casi perenne en el que laten con fuerza atronadora las frustraciones de esas muchachas y mujeres (reflejo de una sociedad dominada por la apariencia, la frivolidad, los prejuicios y la discriminación) condenadas a dejar de lado sus sueños (convertirse en eminencias reconocidas de las matemáticas o en pianistas de orquesta, pero sobre todo, tener a su lado a un igual que las ame como se merecen ser amadas). Tevis se suma, junto con otros autores de su época, a la denuncia lanzada contra esa sociedad anquilosada que genera una infelicidad crónica en la gente (no sólo en las mujeres), que encuentra vías de escape en los tranquilizantes y el alcohol para soportar un día tras otro sumidos en la mediocridad de no haber conseguido casi nada de lo que el corazón desea.

Ese halo ha sido reflejado extraordinariamente en la serie, y es lo que en más de una ocasión me ha hecho llorar bastante. Todo ese potencial, ese talento, ese brillo, ese amor apagado y perdido en medio de la indiferencia.

Harmon empieza a marcar la diferencia al golpear ese asfixiante e hipócrita sistema con su inocente e implacable determinación. La determinación de alguien que no concibe ni admite la derrota. Ella encarna la esperanza para quienes la van conociendo (incluso para los que al principio la miran con recelo y desprecio) al demostrar que lo que parecía imposible, puede ser posible.

Pero ningún camino hacia los grandes sueños es fácil ni recto, y el de Beth está especialmente retorcido y plagado de obstáculos. Aunque no hay mayor obstáculo ni enemigo que uno mismo.

Y qué puedo añadir de la hermosísima fotografía, la sublime banda sonora, la sutileza de un guión brillante y de elegancia casi clásica, la dirección artística y el diseño de vestuario... Pero lo realmente estratosférico (aún más que todo lo demás) son las actuaciones. Apoyo la aclamación hacia Anya Taylor-Joy e Isla Johnston. Incluso la pequeñina Annabelle Kelly conmociona. Y aplaudo rabiosamente a Marielle Heller, secundaria que despliega una multitud impresionante de matices. En cuanto al elenco masculino, tengo que señalar que es estupendo y está muy bien seleccionado. En su mayoría son jóvenes con más o menos largas trayectorias en el cine y la televisión (aunque también hay rostros más maduros y, curiosamente, prácticamente desconocidos, al contrario que los chicos, a los que he visto aquí y allá). En cuanto a las actrices, sólo conocía a Marielle Heller. Entre el resto de actrices desconocidas (entre las cuales están, como ya mencioné, las que interpretan a Beth) destaca Moses Ingram como Jolene.

Una preciosa historia de difícil superación, de demonios personales, de imperfecto amor y de conmovedora amistad con el ajedrez como camino y destino, como pasión y obsesión.

Un gran torneo en el que el premio es alcanzar la felicidad.
Vivoleyendo
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