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Voto de Vivoleyendo:
8
Drama "No codiciarás los bienes ajenos": Un hombre muere dejando una colección de sellos de gran valor. Sus dos hijos, Jerzy y Artur, que son los herederos, advierten que falta un sello para completar una valiosa serie. Décimo (y último) de los diez mediometrajes que constituyen el llamado "Decálogo" y que se inspiran en los Diez Mandamientos. (FILMAFFINITY)
21 de diciembre de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Capítulo 10. "No codiciarás los bienes ajenos."
Y llegó el final del Decálogo. Diez mandamientos, diez pisos de Varsovia, diez historias, diez aspectos de la condición humana filmados con una economía de recursos que demuestra que crear buenas obras de la televisión o del cine con poco presupuesto es viable. Un gran reto hoy día, no se puede negar; cada vez debe de resultar más difícil tal como está el mercado y la competencia. Pero también va en la condición del creador, su cultura y su formación. No es lo mismo respirar el aire de los estudios de Hollywood que haber crecido en un país del antiguo Bloque del Este.
Ha sido un viaje exhaustivo por una Polonia de a pie, desangelada, solitaria, fría y desvaída, de dudas y tristezas, de desamor y desilusiones, de dramas y tragedias, de actos mezquinos, desesperados, erróneos y otros bellos, pequeñas esperanzas, tímidas alegrías, un poquito de amor, briznas de amistad, y a veces perdón y redención. Una decena de dilemas morales y emocionales que afectan a los personajes hasta el punto de dar un vuelco a sus vidas. Vidas que se entrecruzan por los corredores del edificio y por las calles de la ciudad, vecinos que apenas se conocen, mundos separados por delgados tabiques de ladrillo que casi siempre ignoran lo que ocurre en los demás.
Para cerrar el ciclo, dos hermanos reciben una herencia de su padre recién fallecido. El anciano vivía como un ermitaño en uno de los apartamentos de la habitual urbanización. Cerraduras extra, alarma antirrobo, ventanas bloqueadas, un armario cerrado con llave que guarda los tesoros de toda su anodina existencia. Se adivina la cicatería del avaro, del tacaño que se priva de hasta las comodidades básicas mientras esconde fortunas que no tiene intención de gastar, ni aún en dar a su familia una mejor calidad de vida. Era un extraño para sus propios hijos, y ellos también lo han sido entre sí desde hace años. Será que yo me he criado en una de esas familias mediterráneas numerosas que son como una piña, que noto el contraste tan grande con esas otras en las que los miembros se alejan y pierden el contacto, a menudo por completo.
La muerte del padre y la herencia acercan a los hermanos. Jerzy está casado y tiene un hijo, y Artur es un bohemio que anda a lo que salga y que canta (más bien da berridos) en uno de esos grupos rockeros nihilistas muy ruidosos. Me recuerda a un anuncio de la tele que creo que era sobre la marca de coches Audi, donde salía un tío en un escenario berreando: "¡Maldita burguesía, maldita sociedad, odio el dinero!", y una vez acabado el concierto se enfundaba su traje caro y se marchaba en su cochazo. Me divertía el sarcasmo y la agudeza del anuncio.
No lo he recordado porque Artur haga exactamente lo mismo que el hipócrita del anuncio, sino por las llamativas letras de las canciones. Al empezar el episodio 10 se escuchaba: "¡Matarás! ¡Lo codiciarás todo durante la semana! ¡Y los domingos pegarás a tu padre y a tu madre, y a tus hermanos, y robarás porque todo es tuyo!"
Luego Artur se baja del escenario y no se enfunda ningún traje ni se marcha en un cochazo, pero tampoco mata, ni roba ni pega a nadie.
Aquí se analiza sobre estos dos varsovianos del montón cómo actúa la codicia en las personas. La simple posibilidad de tener al alcance de la mano una fortuna transforma el espíritu de quien antes se conformaba con un trabajo modesto, un sueldo ajustado, un humilde techo sobre la cabeza, algo que comer, ropa que ponerse y poco más.
Como el cuento de la lechera.
Y el decálogo queda clausurado para siempre, hablándonos desde una Polonia tan pretérita como actual, de una sociedad que no pasa de moda en esos dilemas y tribulaciones que afectan a cualquier vecino de al lado o de enfrente cuya historia nos pasa inadvertida, hasta que Kieslowski nos convierte en voyeurs de nuestras vidas y de las ajenas.
Vivoleyendo
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